por Katia del Rivero

Ahora que estamos hablando de procesos de cierre me gustaría compartir contigo siete ideas que he aprendido a lo largo de los últimos dos años acerca del proceso de transición entre cerrar y estar listo para volver a comenzar, al que usualmente llamamos “duelo”.
1. El duelo es único y personal
Particularmente creo que todo proceso de cierre implica un proceso de duelo. La distinción para mí está en el marco de cómo se vive y qué significa ese proceso de duelo.
Para algunos es pequeño y simple, para otros largo y tortuoso. Para algunos es un proceso profundo y que requiere su tiempo, para otros es superficial y corto. Para unos es triste y doloroso, para otros es alegre y liberador. E incluso para muchos es una combinación paradójica de todo o mucho de lo anterior.
El tema es que en esta gana de “encontrar los pasos y etapas del duelo” hemos “homologado” un proceso qué, en mi perspectiva, no tiene homologación, porque es un proceso único y personal, que incluso puede ser diferente para mi mismo ante situaciones distintas.
En seis años he perdido a tres de las más importantes personas de mi vida. Hace seis cuando mi hermano falleció me llené de ira, la impotencia me rebasó y estaba enfurecida con la vida. Sentía enojo y rabia contra todo y todos.
Hace dos, cuando Michael falleció, sentí como si la vida me hubiera atropellado de tal forma que ni siquiera pude tocar enojo, estaba completa y totalmente devastada.
Este año cuando mi mamá falleció su partida me llenó de paz y me reconcilió con la vida y con la fuerza de la vida.
2. El duelo es un proceso donde podemos sentirnos desamparados
El proceso de duelo es uno de los estados más vulnerables en un ser humano.
Es el momento en el que más invitados nos sentimos a vivirnos en desamparo. Hemos dejado de sentirnos seguros en el mundo en la última forma conocida, al menos en un aspecto de nuestras vidas (matrimonio, trabajo, amistad, imagen, etc.) y aún no sabemos si seremos aptos para la nueva vida que nos espera.
En nuestra experiencia, entre más impacto tiene el proceso de cierre en diversas áreas de nuestra vida más grande será el impacto en la sensación del desamparo.
No es lo mismo perder a un hombre que es sólo un esposo, que perder a un hombre que es un esposo, socio, compañero de trabajo, padre y amigo.
No es lo mismo perder un cliente si tengo diez, que perder al único cliente que da sustento a mi familia.
Y es muy probable que estos duelos se vivan de forma totalmente distinta. Creo que el nivel de desamparo es directamente proporcional a la construcción que hacemos del riesgo de vida en que nos coloca esa pérdida.
3. El desamparo invita al desamparo
Es muy probable que durante este tiempo las personas que te rodean reaccionen de formas no comunes hacia ti.
Desde la perspectiva de la Teoría Blumenstein© los seres humanos nos sentimos invitados a sentirnos desamparados ante los estados de desamparo de los otros, especialmente cuando tenemos temas abiertos e irresueltos, porque en el fondo sólo nos recuerdan nuestra propia e individual sensación de insuficiencia.
Así qué, durante el periodo de duelo, cuando algunas personas tienen más necesidad de apoyo y soporte útil, es probable que encuentres críticas, cuestionamientos, juicios.
Estos comportamientos no tienen que ver contigo y tú duelo, tienen que ver con aquellos que los ofrecen y su propia vida.
4. Todo el mundo tendrá una solución
El proceso de la ayuda es uno de los procesos más malentendidos en el mundo actual, al menos desde mi perspectiva.
Todo el mundo “quiere ayudar”, pocos saben que la ayuda es uno de los procesos más invitantes a sentirte “denigrado” cuando no ha sido solicitada ni se entrega cómo se desea.
La razón es muy simple, habrá quien te de soluciones fáciles y quizá tú te cuestiones: ¿y si suena tan sencilla porque no puedo llevarla a cabo? Porque es sencilla cuando no se está en tu situación y es muy fácil desde un lugar diferente mirar perspectivas distintas.
También habrá quien te diga “Esto es complicadísimo, te estás haciendo tonto si no te pasa nada o te pasa tan poco”. La contribución es similar a la anterior. Se hace desde la experiencia personal y entonces, como decía Michael, “me meto en tus tomates”.
Si no quieres detener estas contribuciones de los otros, te invito a recordar que esas son “sus” construcciones de realidad, no las tuyas. Toma lo que te sea útil y deja pasar lo que no. Cualquier tipo de ayuda tiene que ver con el otro más que contigo, excepto que haya sido solicitada y negociada en términos de cómo se requiere, de cómo la requieres.
5. La tristeza puede ser una buena compañera
En mi experiencia, la tristeza es algo que asusta a muchos. Particularmente creo, una vez más, que es porque los invita a tocar la tristeza no sentida, no procesada.
Michael decía que la “tristeza es la forma que tiene el cuerpo de despedirse de lo que ya no es” y es un proceso útil, saludable, generador de vida si se respeta su tiempo, su profundidad, su necesidad.
Es sólo que en este mundo moderno “si no eres feliz estás mal” y creo que es una forma de devaluar la vida con todo lo que la vida tiene consigo misma.
Me parece que parte de disfrutar la vida y vivirla en bienestar es darle tiempo a despedir lo que ya no está, a reflexionar sobre lo nuevo y a preguntarme qué me hace falta para sentirme seguro/segura en la nueva forma.
6. El tiempo del reacomodo es único
¿Cuánto tiempo requieres para adaptarte y sentirte apto ante las nuevas condiciones? No me parece que haya una respuesta única. Creo que la respuesta depende de los factores anteriores que hasta ahora hemos revisado.
Si más allá del cambio de condición me siento apto, capaz, con recursos para reaccionar, posiblemente mi tiempo sea corto. Si me siento perdido, confuso, incapaz, desamparado, quizá me tome más tiempo.
Si puedo construir una imagen de mí mismo ante el nuevo escenario y sentirme seguro es posible que el proceso sea más corto, si ni siquiera puedo imaginar cómo sería vivir nuevamente sin esa condición, es posible que me tome más tiempo.
7. Si no te moriste, eres más apto para la vida.
Y finalmente, si no te moriste con la pérdida, eres más apto para la vida, lo reconozcas o no, lo sientas o no.
No te invito a que te sientas apto al siguiente día, yo he tardado dos años en volver a sonreír después de la muerte de mi esposo, sólo te pido que recuerdes que eres apto incluso si no te sientes así.
Cuando Michael falleció yo me sentía incapaz, absolutamente incapaz de vivir sin él, es sólo que mi organismo sabía que sí lo era… ¿Cómo lo sé?… ¡Mi cuerpo siguió respirando, aún cuando le suplicaba que no lo hiciera!
En los momentos más oscuros, de mayor desamparo, recordar esto puede apoyar a que el proceso sea menos retador hasta que recuerdes, por ti mismo(a), en consciencia, la fuerza de tu propia vida y tu capacidad ante la vida.
Nadie mejor que tú sabe qué necesita, nadie mejor que tú sabe que le es útil, nadie mejor que tú conoce lo que le hace falta, que puede ser, incluso, pedir ayuda porque ya no sabes que más hacer.
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