por Katia Del Rivero

Este mes de abril, en plena primavera, dedicamos un día para celebrar y festejar a nuestros pequeños. Así que me gustaría ocupar la referencia para los artículos del mes con el propósito de invitarnos a reflexionar sobre algunas características que en mi perspectiva, bien nos haría recordar de las mentes jóvenes, esas que aún no están del todo socializadas.
Un mundo de futuro con mentes del pasado
No es una novedad que el mundo está cambiando a una velocidad importante. El desarrollo tecnológico y el impacto que esto tiene en la vida cotidiana, en el desarrollo organizacional y en la forma de trabajo, nos invitan a mirar de forma distinta.
Los que no parecen cambiar a la misma velocidad, en mi experiencia más bien se resisten un poco, son nuestros modelos de pensamiento.
Y el tema es que afrontar un mundo cambiante con las formas de pensamiento del pasado nos coloca en una situación vulnerable.
Desde mi mirada no es un tema de confort, de hecho, no considero útil la construcción de zonas de confort. Tampoco es un tema de rechazo al cambio por el cambio en si mismo, realmente pienso que a las personas nos encanta el cambio, empezando por nuestras propias células que están en constante movimiento.
Creo que es un tema de seguridad y de supervivencia básica en un mundo al que queremos afrontar con las formas conocida en escenarios, que por ahora, nos resultan desconocidos.
Tu cerebro recurre a lo conocido para sobrevivir
En un mundo donde la velocidad y la complejidad de los estímulos se ha incrementado, es muy probable que tu cerebro recurra a lo conocido para sobrevivir.
Que recurra a aquello que ya ha vivido, experimentado, y probado con anterioridad que le ha funcionado. La razón es sencilla. Quiere sentirse capaz y apto para responder al entorno y cuidar de sí mismo y la vida.
Para quienes piensen de inmediato que esto es tonto, no se apresuren, no lo es. Es un mecanismo maravilloso de supervivencia.
La gran paradoja de esto es que si sólo recurrimos a mecanismos conocidos, tenemos pocas experiencias diferentes de vida, no salimos de lo conocido, de la rutina, entonces nuestros cerebros tienen “poco repertorio” de respuestas y experiencias.
Esta es la razón por la cual personas que han crecido en entornos sociales, religiosos, políticos y/o culturales estrictos o cerrados, pueden ser tan poco abiertas a la diferencia y catalogan como “malo” o “peligroso” lo que es distinto. Esencialmente porque no tienen elementos internos que les permitan reaccionar y se sienten amenazados.
Pues uno de esos mecanismos, muy común en la organización, es el “Así lo hemos hecho siempre”. ¿Porqué queremos abrazarnos a ello como si en ello se nos fuera la vida? Porque esencialmente eso es lo que sentimos. Si no nos sentimos aptos y capaces en un mundo desconocido, entonces recurrimos al mundo conocido para tratar de asegurar la supervivencia.
El tema es que en el mundo actual, muchas de estas formas conocidas, lo más probable, es que nos lleven a lugares poco fértiles para la vida, el desarrollo, la innovación, la velocidad de respuesta.
El maravilloso reto de lo desconocido
Cuando eras niño, tenías pocas experiencias “almacenadas”, así que la riqueza del mundo estaba en descubrirlo, en experimentarlo.
Ahora que vuelvo a compartir la vida con un bebé me percato de su capacidad para las “nuevas experiencias”. Si hace unos segundos no obtuvo alimento y llora, dos segundos después de obtenerlo vuelve a pedirlo con la confianza de que sucederá. No se queda en la historia, confía en la respuesta del futuro.
No parece que sus experiencias previas condicionen el futuro. No se cuestiona si es por ella que no recibió alimento en el segundo que lo necesita, lo pide y lo pide con fuerza. No se limita a un comportamiento único para solicitar lo que requiere. Su repertorio de respuestas y comportamientos a un mes de nacida es extraordinario para construir una nueva experiencia.
Se sabe apta y suficiente para la vida, se sabe merecedora de obtener lo que necesita para vivir, se siente capaz de explorar nuevas posibilidades porque está en un ambiente de seguridad.
Es impresionante la capacidad de flexibilidad de un ser humano que se encuentra en un espacio seguro. Y también es impresionante la capacidad de flexibilidad de un ser humano que se encuentra en un espacio inseguro. Hace lo que necesita para sobrevivir.
¿Cómo lo haremos ahora?
El tema es que como adultos nos hemos “adaptado”, hemos almacenado tal cantidad de experiencias y formas, que en un mundo que hemos coconstruido inseguro y retador, nos parecen útiles para sobrevivir, porque a alguien más le han funcionado.
Y se nos olvida que estos son comportamientos que fueron útiles en un marco, en un contexto y en un tiempo específicos, y que no necesariamente serán útiles en un marco, contexto o tiempo diferentes.
Así que si en tu organización la frase de “Así lo hemos hecho siempre” es común, te invito a qué la sustituyan, o al menos añadan, por una nueva pregunta “¿Y cómo lo haremos ahora ante las nuevas condiciones?” o incluso se atrevan a dar un paso más, “¿Y cómo creamos nuevas condiciones para hacerlo diferente?”.
Entre más abierto a co-construir ambientes y formas diferentes estoy, más incremento a la capacidad de suficiencia y aptitud ante la vida y la incertidumbre que ella conlleva.
No comment yet, add your voice below!