Por Katia Del Rivero

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Esta semana sucedieron dos temas aparentemente desconectados, y en mi construcción de realidad, profundamente vinculados: Charlottesville y el artículo que mi sobrina escribió acerca de mí y la Teoría Blumenstein.

Esta semana pudimos experimentar un brote — en mi perspectiva incuestionable — , de violencia por odio, por discriminación. También pudimos observar la cantidad inmensa de reacciones al mismo.

Una de ellas, que vi circular es la siguiente infografía:

La propuesta parece interesante, quizá hasta con lógica o sentido para muchos. Y aquí es donde el artículo que escribió Tania del Rivero se une, particularmente cuando nos dice:

“Alguien que se jacta de tener una mente abierta y se enoja al escuchar a otro que tiene una mente cerrada, en realidad no tiene una mente abierta.”

Esa era yo a los ojos de mi sobrina y antes de aprender Teoría Blumenstein no podía verlo.

De hecho, enarbolé la bandera de la tolerancia y discriminé a la intolerancia, adopté la idea de la inclusión y terminé siendo excluyente con el excluyente; la idea de la mente abierta y terminé cerrándola al que la tenía cerrada.

Así que ¿cómo hacerle?

Michael Blumenstein ofrecía unas distinciones útiles.

La distinción entre construcción de realidad y construcción de comportamiento.

Ponemos mucho énfasis en querer cambiar las ideas de las otras personas, especialmente de aquellas que son opuestas a nosotros. Esta es una tarea perdida, nadie puede cambiar las ideas de nadie más.

Algunos observamos que, entre más queremos retar las ideas de una persona, más trata de cuidarlas y mantenerlas. Es un mecanismo sencillo de supervivencia: queremos conservar intacto aquello que nos ha mantenido con vida. Y tratar de retar esto es retar la certeza de mi subsistencia, incluso siendo infundada.

La distinción entre vivir y ser

Usualmente construimos “identidades” a partir de “comportamientos” y “congelamos” construcciones de realidad.

Esto es, si alguien dijo una mentira, lo llamamos “mentiroso” (lo hacemos su comportamiento) y luego lo encasillamos.

Así deja de ser un ser humano viviente para ser una etiqueta. Y las “etiquetas” son fijas y a partir de ellas, hay muy poco o nulo espacio para construir.

¿Qué alternativa hay entonces?

Acordar y construir a otro nivel: al nivel de la construcción de acuerdos basados en acciones sin involucrar “entendimiento de ideologías”.

Si no tengo que cuidar la defensa de mi ideología, entonces puedo estar más abierto a acordar “formas de coexistir” con otros en la diferencia.

De las primeras cosas que dejé de hacer después de haber aprendido Teoría Blumenstein fue a “dejar de invitar a otros a abrir sus mentes”, a aceptar sus construcciones de realidad y a construir a partir de la diferencia en las mías. Porque “mente abierta o cerrada” son solo construcciones de realidad.

Por años, la religión fue un tema en las conversaciones con mi sobrina y su familia. Hace seis años tuvimos una ruptura importante por ello y hoy he aprendido a convivir en la diferencia.

Puedo tomar a esta pequeña del brazo y rezar juntas un Padre Nuestro frente al lugar donde Michael descansa. Puedo agradecer El Rosario que mi cuñada rezó por mí cuando sintió que de verdad quería morir. Su amor ha contribuido a que yo siga viva. Como no agradecerlo hasta el infinito.

Y todo esto no me hace más creyente o a ellas menos creyentes. Ese no es el tema, lo que importa es construir juntas lo que ambas sí queremos: un vínculo de amor, de convivencia, de paz, incluso desde nuestras diferencias… con y gracias a ellas.

Igual en Charlottesville y en el mundo, me parece que el tema no está en qué pensamos. La inclusión y la tolerancia no está en excluir o dejar de tolerar a los intolerantes o a los excluyente; sino en cómo incluyentes y excluyentes construyen a partir de sus diferencias.

¿La clave? La suficiencia

Como pararme frente a quien me mira y juzga con dureza, sin cederle mi lugar, cómo poder mirarlo con ojos de amor en su dureza y con su juicio.

Sólo es posible cuando me puedo mirar a mí con ojos de amor, incluyendo mi propia dureza conmigo misma y mis propios juicios hacia mí. Recordando y reconociendo mi suficiencia ante la vida.

Entonces, desde la aceptación de mí hacia mí, surge la aceptación de mí hacia el otro; porque cuando no me juzgo más, el juicio del otro deja de tener valor alguno para y sobre mí.

Y desde ahí puedo invitar a construir acuerdos, no en la construcción de realidad, sino en la construcción de comportamientos que nos posibiliten cohabitar con nuestras diferencias.

En conclusión, el reto no está en mirar al otro con amor; el reto está en mirarme a mí, tal cual soy, con amor, en mi suficiencia.

Cierro con la frase de Nelson Mandela y que ahora se ha convertido en el twit con más “likes” de la historia, gracias a Barack Obama. “«Nadie nace odiando a otra persona por su color de piel, su pasado o su religión. La gente aprende a odiar y, si puede aprender a odiar, también se le puede enseñar a amar; el amor nace de forma más natural en el corazón humano que su opuesto».”

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