Por Katia Del Rivero

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Esta semana me llamaron ignorante de una manera muy elegante y llena de marcos teóricos para sustentarlo.

Me llama mucho la atención cómo es que hoy vivimos en un mundo donde decir algo que a otra persona le molesta, le parece equivocado o tiene una perspectiva diferente, es suficiente razón para devaluar, denigrar y denostar.

La mayor parte de los comentarios que hacemos con relación a algo que “no nos gusta” o bien, “nos parece incorrecto” es “juzgar, evaluar, expresar nuestro desacuerdo, devaluar”, pocas veces pensamos en construir. Y hasta validamos nuestros argumentos para no hacerlo.

Cuando invité a la persona que contribuyó de esta forma a construir, respondió que para construir se necesita escuchar y estar dispuesto a poner nuestras creencias en duda. Y la siguiente pregunta que surgió en mi mente fue, ¿ella estaría dispuesta a esto mismo?

¡Es tan sencillo justificar (por no decir culpar) en el otro los comportamientos y las decisiones que tomamos desde nuestra autonomía!

El reto de vivir la Teoría Blumenstein®

Vivir en consistencia con la Teoría Blumenstein® es todo un reto, porque implica hacerme responsable de mis construcciones de realidad. Preguntarme qué quiero construir o cuál es el propósito de aquello que quiero hacer. Preguntarme si eso que quiero hacer va a contribuir o no a incrementar las probabilidades de acercarme a mi propósito. Ajustar mi contribución cuando mi propósito no parece cercano. Hablar desde el corazón (no brincarme a los tomates ajenos). Expresar mis necesidades con claridad. Mirar al futuro. Aprender a navegar confiadamente en el mar de la incertidumbre de la vida. Y saber que aun haciendo todo esto, no tengo el control del resultado porque está en las manos de ambos, en el marco de lo social y en las manos de la vida, en el marco de la naturaleza.

Y es que la forma en que el mundo está lleno de contribuciones que nos dicen lo contrario, el modelo de educación en el que muchos fuimos educados, no soporta estas ideas:

El mito del “control por el pensamiento positivo”. Pensar que con lo que yo hago, el otro va a cambiar es como pensar que tengo el control de la vida y los comportamientos ajenos. Pero esto es justamente lo que se vende a la gente con las propuestas “de pensamiento positivo”.

Esta semana recibí un video con el que entré en mi desamparo y “monté en pantera”. El video, “de pensamiento positivo”, tenía una frase muy interesante “te lo juro, te lo juro, las desgracias huyen de quienes no les hacen caso”. Michael y yo hemos sido, él diez mil veces más que yo, personas con un pensamiento sistémico, si bien eso no es positivo o negativo, invita a mirar el mundo y a confiar en la certeza de la incertidumbre de la vida. Y aun así, se murió en mis brazos en siete segundos, sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo. Entiendo el profundo miedo que da aprender a vivir con esta sensación de no control, entiendo que necesitamos “construir teorías para aprender a vivir con eso” y en mi mirada es súper complejo afirmar cosas que no podemos controlar.

El mito de “tú eres el responsable de lo que yo hago”. En nuestras conversaciones usualmente responsabilizamos a los demás de nuestros comportamientos. Mi jefe hizo y por eso yo… Mi pareja hizo y por eso yo… Tú dijiste esto en tu video y por eso yo… De esta forma nunca tomamos la responsabilidad real de mis acciones y contribuciones. “Yo elegí hacer eso por…”, “A mí me pasa esto con…”. Es sólo que esto último es muy retador. En casa teníamos un juego maravilloso. Siempre que sucedía algo y yo me salía de centro, Michael — que me adoraba — me decía “yo soy el culpable”. Por supuesto que sabía que no era así y apelaba a este mito, en el cual estamos tan entrenados, de “si hay un culpable, entonces se puede resolver”. Era hermosísimo jugar con la idea de “ya que hay un culpable” entonces podemos vivir felices. Era un juego para la mente y para enseñarme a regresar a mi autonomía.

Lo aprendí tan bien que hoy en el hogar donde vivo, he elegido tomar este rol en el juego “si ya sabemos que yo soy la culpable de todo lo que pasa” y ahora qué hacemos. Es un juego de la mente. Es retar la creencia de que es malo ser el culpable. Todos somos culpables, como decía Michael, o ninguno — como se quiera ver — , en realidad lo co-creamos juntos.

El mito de “tú no ves algo que yo sí”. Hay una mujercita hermosa, a la que amo mucho y con la que me gusta mucho conversar. Su nombre es Ayesha. Y en las últimas dos semanas me he dado cuenta que, en mis contribuciones, como diría Michael, “salté a su jardín de tomates e hice algunos destrozos”. Cuando me di cuenta, me pregunté porqué había contribuido de esta forma, que me movió, y me di cuenta que “me ganó el cariño”. La quiero, no quiero que le pase nada feo o que le duela y entonces dejo de verla en su suficiencia y me salto a sus tomates para decirle “lo que tiene que hacer”o “lo que no ha visto”. Eso no es así, yo puedo compartir mi punto de vista, pero es sólo mío y para construir necesito contribuir de forma que se viva de esta manera, no de forma que se reciba como recomendación, crítica, evaluación o juicio.

¿Qué quieres construir?

Si de toda la Teoría Blumenstein®, esta pregunta se quedara en tu manera de pensar y actuar, desde mi perspectiva, sería el disparador de muchas otras cosas.

Si lo que quieres construir es “tener la razón”, entonces lógicamente tu contribución será devaluar a quienes piensan diferente. ¿Estás consciente que después de eso será difícil construir contigo algo diferente?

Si lo que quieres construir es un mundo donde haya paz, y peleas por el método o la forma quizá no lleguemos a construirlo.

Así que cito la frase de Michael una vez más… “sé paciente y amoroso contigo mismo”, elige desde dónde y cómo quieres mirar al mundo y qué quieres construir… incluso, desde la diferencia.

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