
Cada persona construye sus propias realidades
¿Qué emerge cuándo miras la imagen? Quizás hayas pensado algo como “¡Qué cosa, es horrible!” o “¡Es bellísima, que profundidad!” o tal ves algo cómo “¡Me encanta!”
O quizá haya llamado tan poco tu atención que ni siquiera la “registraste” en tu mente.
¿Cuál de todas estas ideas acerca de la imagen es la correcta? Me encantaría que pensaras ¡todas!
Y es que el derecho básico de cada ser humano es pensar lo que se le dé la gana. Ese es mi derecho básico. Ese es también tu derecho básico. Y a veces estos derechos básicos pueden coincidir. Y a veces no.
El primer paso de una construcción social es poder reconocer esto. El hecho que cada quién puede hacer la construcción que se le dé la gana ante lo que sucede fuera de él/ella. Me guste o no me guste. Lo comparta o no lo comparta. Esté de acuerdo o no esté de acuerdo. Me parezca lógico o ilógico. Considere que es adecuado o inadecuado. Tenga el mismo valor o sea distinto al que yo le doy. Es decir, el otro tiene el mismo derecho que yo a pensar lo que se le de la gana, sin importar cuál sea mi sentir/pensar sobre su construcción de realidad.
Cada persona tiene la libertad de elegir qué hacer con su construcción
Hay una diferencia entre lo que pienso (construcción de realidad) y lo que hago con este pensamiento. La primera elección que necesito tomar es si lo que pienso lo compartiré o no con el mundo exterior. Cuando elijo hacer algo que sea visible a otros, entonces deja de ser mi construcción de realidad para transformarse en una contribución al mundo.
Paul Watzlawick decía que “no es posible no comunicarnos” refiriéndose a este proceso. Michael Blumenstein tomó esta propuesta y partiendo de la premisa que no es posible comunicarnos ajustó la perspectiva en términos de “no es posible no contribuir”.
Incluso aquello que quizá no sea consciente es una contribución, por ejemplo, el movimiento de la ceja, el cambio de respiración, hacer una mueca…Cualquier expresión de mi construcción de realidad que se manifiesta físicamente se convierte en una contribución.
Y el tema de las contribuciones es que una vez que están “fuera” cualquier puede tomarles y significarlas como quiera. Si estaban o no dirigidas a ellos. Y si yo tenía o no una intención diferente al que el otro le da. Dejan de ser mías y se convierten parte del sistema social.
Esto significa que si yo tengo un pensamiento y me pertenece, cuando lo pongo en una forma para ser compartido con el mundo, lo transformo en una contribución. A partir de este momento dejo de tener el más mínimo control sobre ello, porque el otro en su libertad puede hacer lo que se le de la gana con esta contribución.
¿Dónde está la diferencia?
La diferencia no está en lo que pensamos, la diferencia no está en cómo lo expresamos, incluso no está en lo que él otro elija hacer con mi contribución.
La distinción realmente significativa está en ¿para qué lo hacemos? ¿qué queremos construir con ello? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Cuál es nuestra intención?
Y cuando tenemos eso claro, entonces podemos regresar a revisar nuestra forma de expresar nuestra construcción de realidad y preguntarnos ¿ésta manera de contribuir incrementa o disminuye mis probabilidades de lograr aquello que quiero lograr?
El tema es que muchos de nosotros jamás nos hacemos esta pregunta. Y nos sorprendería darnos cuenta de que en un altísimo porcentaje elegimos la contribución menos efectiva para lograr eso que queremos lograr.
¿Y a ti te gustaría aprender a construir en sistemas sociales?
¿Puedes identificar tus construcciones de realidad? ¿Eres consciente de las formas en que los compartes en el sistema social? ¿Alguna vez te has preguntado para qué todo ello? Y más aún ¿si lo que eliges contribuye a lo que quieres lograr?
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