Algunos autores como David Ausubel que el aprendizaje sucede cuando la nueva información se relaciona de manera significativa con las experiencias previas.
Así que nuestra capacidad de significar nuestras vivencias es crucial para convertirlas en aprendizajes que nos permiten adaptarnos, evolucionar y potenciar nuestras capacidades.
El ser humano no solo almacena información, sino que la integra, la reorganiza y la reinterpreta en función de su contexto y necesidades.
Este proceso de significado está directamente relacionado con la creación de estructuras cognitivas más complejas que se refuerzan a lo largo de la vida.
El cómo
significamos
influye directamente en la forma en que generamos aprendizaje.
Andy Clark y David Chalmers en su teoría de la cognición extendida sugieren que las capacidades cognitivas humanas no solo están limitadas al cerebro, sino que también se extienden a nuestro entorno y herramientas.
En este sentido, nuestra habilidad para dar significado a nuestras vivencias está entrelazada con nuestro contexto social y cultural.
Y, también por las «herramientas» que utilizamos para organizar esas vivencias, como lo son el lenguaje, la escritura, las redes sociales.
La capacidad de integrar estas herramientas en nuestras vivencias y significarlas a través de diferentes contextos es una habilidad que ha enriquecido y potencializado nuestra capacidad de significar y generar significados del mundo que nos rodea.
El contexto social y cultural
influye
en el significado que damos a nuestras experiencias.
Jean Piaget y Lev Vygotsky en su propuesta destacan la importancia de la construcción activa del conocimiento a través de las experiencias.
Piaget hablaba del proceso de asimilación y acomodación: los individuos no solo reciben información, sino que constantemente la procesan, la reinterpretan y la ajustan a su comprensión del mundo.
Vygotsky, por su parte, introdujo la noción de la zona de desarrollo próximo, sugiriendo que las interacciones sociales son cruciales para el proceso de significar las vivencias.
Los humanos tenemos la capacidad de transformar nuestras experiencias a través del lenguaje y la interacción social, lo cual no se observa en los mismos términos en los animales.
Los humanos
transformamos
el significado de nuestras experiencias a través del lenguaje y la interacción social.
Desde el punto de vista neurológico, la plasticidad cerebral humana permite una flexibilidad que favorece la reinterpretación continua de las experiencias pasadas.
Los recuerdos no son procesos estáticos, sino que se reorganizan con el tiempo.
Este proceso de «re-significación» de las vivencias es una función cognitiva avanzada que contribuye a nuestra capacidad de aprender de los errores, adaptar nuestros comportamientos a nuevas circunstancias y desarrollar una identidad coherente a lo largo del tiempo.
Usamos nuestras experiencias para
construir
una identidad coherente.
Viktor Frankl, en su teoría de la logoterapia, enfatiza que el ser humano tiene una necesidad fundamental de encontrar un sentido a su vida y a sus experiencias.
Esta capacidad de buscar, crear y transformar el sentido de las vivencias es, para Frankl, lo que realmente nos diferencia de los animales.
Mientras que los animales actúan principalmente impulsados por instintos y necesidades inmediatas, los humanos buscamos darle sentido a cada evento y cada vivencia, lo que nos permite no solo sobrevivir, sino también trascender nuestras circunstancias y transformarlas en una experiencia significativa
Los humanos buscamos
darle sentido
a cada evento y vivencia.