By Katia Del Rivero

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Es que mis colaboradores aún me hablan. No se sienten bien con el nuevo jefe. ¡No sabes cómo los están maltratando! Y están haciendo unas cosas que, de verdad, nadie entiende… Me preguntan que porqué me fui y me piden que regrese”.

Muchas veces he escuchado frases similares de personas que han salido de organizaciones.

Cuando les preguntaba: ¿qué te impulsa a mantener esa relación? Sus respuestas eran: “Me siento responsable”, “Creo que no están haciendo bien las cosas”, “No sé cómo no contestarles”.

Era como si no pudieran mirar que ya no estaban ahí, que esas personas ya no eran su equipo de trabajo y que ese ya no era su trabajo.

¿Cuántas posibles implicaciones tiene esto?

La primera, me parece, es que mientras mantengan este vínculo con su equipo previo — basado en temas del trabajo — , es difícil para ellos estar realmente disponibles para una nueva posición.

Y es muy probable que entre menos disponibilidad emocional tengan, menos oportunidades encuentren y más lógico encuentren seguir ese contacto y alimentando, quizá, lo que aún está abierto en ellos mismos.

También tiene un impacto en los ex-colaboradores, esos a los que aparentemente cuida. Mientras el líder no suelte el vínculo, es muy probable que los colaboradores tampoco se sientan “libres” para tomar al nuevo jefe y darse la oportunidad de construir juntos una nueva posibilidad.

Finalmente, esto que nunca lo había visto ni vivido en experiencia propia como hace unas cuantas semanas, también tiene un impacto en las organización, sus resultados, el clima de organización e incluso, en el proceso de inclusión del nuevo líder.

Cuando el jefe anterior “no se ha terminado de ir”, no hay un espacio real para que el nuevo llegue. El tiempo que toma el proceso de integración o cierre de la relación laboral tiene un impacto directo en la operación, la productividad y atención al cliente (es sorprendente la cantidad de veces que esto sucede y, me parece, que es sólo un tema de lealtad mal entendida).

Por si fuera poco, la forma en la que esto se maneje, establece un precedente de cómo se resuelven las cosas dentro de este sistema social que van formando la cultura y el ambiente organizacional.

Hace poco me tocó ver como una exjefa protegió a un colaborador que no quiso cooperar con el nuevo jefe e incluso, después de varios comportamientos poco profesionales (que generaron la decisión de cerrar la relación laboral), evitó que esto sucediera logrando que lo movieran a otra área. Puedo comprender por qué en este sistema las relaciones son de poder, en lugar de estar orientadas en muchos casos a construir juntos, porque eso es lo que se construye con estas “pequeñas decisiones” día a día.

Cerrar ciclos, aprender a soltar paradójicamente significa guardar en el corazón lo que es útil, lo que sirve y lo que contribuye a la siguiente etapa.

Cuando esto no se da, entonces nos quedamos “amarrados” a lo que ya no es, dejando de tomar “lo que puede ser”.

Y tú… ¿ya soltaste lo que necesitas soltar?

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