Michael contaba una historia…

Decía que una tarde llegó a casa cansado, muy cansado después de un largo día de trabajo. Abrió la puerta, me besó y se fue a sentar a su sofá favorito.

Y yo, que era una esposa muy amorosa -así decía él entre risas y guiñándome un ojo- decidí consentirlo y prepararle un delicioso café.

Al cabo de varios minutos que la casa se llenó de un aroma delicioso, me acerqué con él y le ofrecí una humeante taza de café con un beso.

El tomó la taza, olió el café y luego dió un pequeño sorbo. Lo siguiente que sucede es que me mira a los ojos y dice: “Querida, el café está frío”.

Para cuando llegaba a esta parte de la historia ya había risas, sonidos de “Uuuuhhhh” y diversidad de reacciones en los grupos. Así que, en el marco de esas expresiones, preguntaba: ¿Cuál es el hecho en esta historia?

A lo largo de cinco años que escuché esta historia en diferentes grupos, las respuestas fueron muy similares. La gente decía frases como:

¡El hecho es que tienes una super mujer!

¡El hecho es que ella es muy descuidada, ¿¡cómo te sirve café frío?!

¡El hecho es que eres un malagradecido!

¡El hecho es que ella no te cuida!

¡El hecho es que te van a divorciar!

¡El hecho es que deberías dejarla!

¡El hecho es que eres un macho!

¡El hecho es que ella no es una buena esposa!

¡El hecho es que llegaste cansado!

¡El hecho es que ella cuida de ti!

¡El hecho es que ella ya no te quiere, si te quisiera sabría cómo te gusta el café!

¡El hecho es que te gusta el café hirviendo!

A mí, sinceramente me daba una mezcla de asombro y sorpresa la cantidad de ideas que podían emerger de una simple historia.

De repente alguien decía… “¡El hecho es que el café está frío!”
Y entonces era común ver como todos los demás volteaban y comenzaban a asentir hasta usualmente hacerse un consenso: ¡El hecho es que el café está frío!

Y Michael, decía: “No, ese no es el hecho”. Así que volvía la oleada de ideas, teorías y conspiraciones acerca de nosotros, nuestra relación, quién era yo como esposa, quién era él como esposo y la situación, hasta que finalmente alguien decía: ¡El hecho es que para ti el café estaba frío!

Y entonces él sonreía y decía: ¡Casi! El hecho es que para mí, esa tarde específica, en ese momento, dada la circunstancia, el café me pareció frío.

Y eso daba lugar a la discusión, al diálogo, a la conversación acerca de “si los hechos son hechos”.

Tenemos muchos mecanismos de pensamiento, que son útiles para simplificar la complejidad del mundo en qué vivimos y que se vuelven poco útiles en la construcción social.

Vemos a alguien que no da las gracias cuando recibe un regalo y decimos que el hecho es que no le gustó el regalo, que es un “malagradecido” o incluso, ambas. O vemos a alguien que grita en medio de la calle y consideramos que el hecho es que es un neurótico. O vemos a una chica bailando con un desconocido antes de su boda y decimos que el hecho es que es una “cualquiera”.

Esto que puede parecer muy “divertido”, en el marco de situaciones comunes, no lo es tanto cuando de construir se trata.

Así que compartimos tres ideas que pueden ser de utilidad si lo que deseas es construir.

1.- Confundir comportamiento con etiquetas usualmente no nos lleva a nada bueno. Si una persona tiene un comportamiento y más si este es recurrente, tendemos a catalogarla con base en su comportamiento: ¡Eres irresponsable!

Y en realidad no sabemos si el otro “es” irresponsable. No tenemos idea de si esa persona está haciendo lo que hace porque piensa que es lo correcto, porque no sabe que tiene que hacer algo diferente, porque es la única forma en que sabe hacerlo, porque no se siente capaz de hacer algo distinto -aunque quiera- o si es porque no quiere o no le importa.

Transformamos hechos (situaciones que tienen algún valor para nosotros de tal manera que focalizamos nuestra atención en ellas) en juicios de valor y etiquetas.

Así que la siguiente vez, quizá, en lugar de etiquetar puedas explorar: ¿Cuál es la razón de tu comportamiento? ¿Sabes cómo afecta esto al resto del área? ¡Te puedes sorprender de las respuestas!

2.- La gente que piensa diferente a ti no es tonta, sólo piensa diferente. Usualmente evaluamos los comportamientos y contribuciones de los otros a partir de nuestros marcos internos de referencia. Diferente no es tonto, tonto es un juicio sobre lo diferente, que habla más de quién lo expresa que de a quién se refiere.

Así que la siguiente vez que alguien haga o diga algo que te parezca tonto, qué te parece si exploras su lógica de pensamiento ante ese comportamiento/hecho: ¿Qué te hizo pensar que esta es la mejor alternativa? Quizá descubras que ese ser humano mira desde una perspectiva diferente a la tuya, no necesariamente tonta.

3.- Finalmente, los hechos sólo son hechos en el hecho al que se refieren para la persona que los refiere. Es decir, dar por hecho que el “hecho” es igual para todos, es invitar al caos en la construcción social.

¿Qué si podría ser de utilidad? En lugar de pensar en hechos, pensemos en resultados, en beneficios, en construcción de futuro.

En lugar de desgastar nuestra energía en el análisis de lo sucedido podríamos enfocarla en lo que nos gustaría que fuera diferente, si se pudiera cambiar algo.

Recordemos que todo “hecho” está en el pasado y la posibilidad de cambio está en el futuro, en lo que aún no está hecho, ni es un hecho.

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