¿Escucha activa?

Hoy en el mundo se habla montones de escuchar al otro. Si buscas en Google, puedes encontrar artículos que indican de 6 a 9 tipos diferentes formas de hacerlo. En lo que todos coinciden es en algo que llaman “escucha activa” en la que juran y perjuran que podremos oír todo -lo que sea que “todo” signifique -, con atención, de forma empática, tratando de comprender al otro, estando presente, sin sesgos.

Particularmente creo que la escucha activa, así como se describe no existe. No hay forma de escuchar sin sesgos, tú y yo todo el tiempo construimos realidad y la excepción no son las ondas sonoras que captamos a través de nuestro sistema auditivo y transformamos en señales electromagnéticas que enviamos a nuestro cerebro para que este a su vez las decodifique.

¿Me interesa?

Quizá te sorprenda, y, el factor más importante de la escucha es que lo que estés oyendo te resulte interesante. Es sólo que la mente tiene un mecanismo que usualmente nos invita a “desinteresarnos” de lo que escuchamos. Por un tema simple de manejo de la complejidad del mundo.

Así que si lo primero que escucha es algo que le “parece conocido”, entonces lo asocia con lo que ya tiene en su almacén de referencia (nosotros llamamos a a este almacén el Sistema de Construcción de Realidad) y entonces envía un mensajito al cerebro diciéndole algo similar a: “No te preocupes, ya lo sabes, relájate, puedes poner tu atención en algo más”.

Adicionalmente, es común en el proceso de socialización que aprendamos a sentirnos “bien y valiosos” si sabemos todo, entonces estamos poco abiertos a escuchar “aspectos interesantes” en lo que el otro dice, porque interesante es algo nuevo para mí, algo que es diferente a lo que sabía, que incluso es desconocido, y esto puede ser una invitación a catalogarnos como “tontos”, “incompetentes” o “no suficientes”.

Por si fuera poco, un tema básico del ser humano es que nos gusta sentirnos seguros. Porque seguro significa que sé cómo reaccionar ante el entorno y sus estímulos para cuidar de mí y mi vida. Y usualmente “lo desconocido” no es necesariamente una invitación a sentirnos seguros, así que, por un mecanismo básico de supervivencia, la mente trata de “verificar” la información como ya conocida, no importa si tiene que “cambiarle un poquito el significado”.

Entonces, ¿cómo lograr que las cosas me sean interesantes?

Pues no depende de la información que recibas, aunque todos pensamos que es así. Depende de si miras al mundo con ojos de descubrimiento o miras el mundo con ojos de “Ya lo sé y me siento seguro”.

Algunas ideas que pueden serte útiles:

· Si ante todo lo que escuchas tú respuesta es “Ya lo sé…” quizá sea lindo que te preguntes “¿Y qué de esto que estoy escuchando es novedoso, diferente, aunque sea un mínimo porcentaje? ¿Cuál es la distinción?” Esto invitará a tu mente a estar atenta para descubrirla.

· Otra posibilidad es que estés atento a las señales de tu cuerpo. Cualquier señal que tu mente identifique como “peligro” hará que se encienda algún elemento corporal. Tu respiración se acelera, sudas, o empiezas a estar inquieto en la silla. A pesar de lo que todos dicen, no hay patrones, hay estadísticas, es decir un “x” grupo de personas suele tener una reacción y otro grupo, otra. Así que por favor, no asumas, la referencia o el modelo de nadie, descubre el tuyo y ya luego, si quieres, podrás incluirte en las estadísticas de los modelos. Cuando esté “disparador corporal” se activa es muy posible que intentes protegerte regresando al punto anterior de “Ya lo sé…”. Si estás atento, tienes la posibilidad de elegir preguntarte “¿Ante qué me siento en riesgo?” y tú mente se abrirá a las posibilidades y distinciones que pueden ayudarte a escuchar con mayor presencia.

· Finalmente, un aspecto que invita a esta presente, atento y descubrir lo nuevo es tener claridad de para qué estás ahí sentado escuchando. ¿Qué quieres lograr en esta conversación?. Entre menos claro sea el propósito más probable es que pierdas el interés, te distraigas, dejes de estar presente y no atiendas a las señales de tu cuerpo. Así que una posibilidad es preguntarte “¿Qué hago aquí? ¿Para qué?”

Finalmente, siempre vas a oír lo que tú quieras oír, no lo que el otro diga… así que, ten paciencia contigo mismo y si lo que oyes no te es útil al propósito que quieres construir, no pasa nada, vuelve a escuchar.

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