Por José Luis Vieyra


Antes de entrar de lleno al artículo de hoy, queremos compartir contigo querido lector, que este espacio se diversifica, amplía y se nutre gracias a la llegada de José Luis Vieyra como colaborador habitual. Deseamos que encuentres en sus palabras la alegría, nueva perspectiva, crecimiento y desarrollo que vivimos nosotros al compartir con él nuestro trabajo y nuestra vida, pues además de ser un gran consultor, es un gran amigo. ¡Que lo disfrutes! ¡¡Bienvenido José Luis!!


En el transcurso de este mes, tuve la fortuna de contribuir en un proceso de acompañamiento de aprendizaje, con los miembros del área de Capital Humano, en una empresa mexicana, operando en la región de Centroamérica. En dicho proceso participaron todos los niveles y todas las posiciones del área.

El propósito de estas líneas es generar una provocación de reflexión para el amable lector, acerca de la gestión del error, a partir de lo vivido con ese grupo y mis vislumbres al conectarlos con Teoría Blumenstein.

El error y la búsqueda del o los culpables

La primera frase latina que integré a mi memoria en los albores de mi formación fue: “errare humun est” que significa literalmente: “Errar es humano”. Traigo a colación el tema de la relación que las personas tenemos con el error, deseando que pueda ser tan revelador como resultó para mí, al haber interactuado con más de 125 personas, cuya función global, entre otras, está la de promover y propiciar el crecimiento y desarrollo dentro del sistema social llamado organización.

En el diccionario, encontramos dos acepciones sobre el error; la primera, corresponde a tener una idea, opinión o expresión que una persona considera correcta, pero que en realidad es falsa o desacertada. La segunda tiene que ver con que la acción emprendida no es correcta, acertada o adecuada.

Pareciera que en nuestra cultura hemos integrado que el errar o estar equivocado, equivale a no tener la razón y por ende, quien se equivoca está “mal”. Esta es la hebra sobre la que habremos de compartir en esta entrega.

Como parte de la metodología de trabajo que utilizo, con el propósito de co-crear, en los foros de formación en los que intervengo, cuestiono a los participantes sobre dudas, inquietudes, inconformidades, desacuerdos y/o reflexiones sobre mis contribuciones. Regularmente una o dos personas, preguntan algo o comparten alguna reflexión, de lo cual se desprenden otras participaciones. En el caso que nos ocupa, repetidamente hacía esa invitación y la respuesta que obtuve fue nula. Al no obtener la respuesta (el resultado buscado) estaba desacertado, y desde una de las definiciones del error, entonces estaba equivocado en mi acción.

Teoría Blumenstein propone que cuando no se está logrando el propósito, se revise la forma que se está utilizando, ya que posiblemente no esté invitando al otro a querer co-construir. Cuando me percaté de mi “error”, intenté otra forma que incrementase las posibilidades de alcanzarlo. En lugar de hacer la exploración abierta, lo hice en forma individual y en duplas. El resultado fue diferente, ¡¡¡empecé a escuchar comentarios, reflexiones y dudas!!! Mi propósito se estaba cumpliendo.

Debo confesar que la curiosidad me llevó a no quedarme conforme con haber logrado ese propósito, sino que quise indagar sus “razones” para no lanzar sus comentarios de forma abierta. La respuesta fue simple y uniforme: “Lo que me detiene es el miedo a equivocarme”, tanto si la persona tenía un rol Directivo, Gerencial o no; la respuesta fue la misma. Al tener un denominador común, exploré si ese comportamiento era exclusivo en el aula. Todos reconocieron que ese mismo fenómeno está presente en la operación cotidiana del área, con una variante en los comportamientos ante el error, ya que, en la empresa, se busca identificar al o a los culpables, de los cual se desprenden reprimendas o sanciones, generando, como resultante de lo anterior “efectos colaterales” en el ambiente de trabajo y la productividad individual y colectiva.

Hacia una “gestión del error”

Está claro que tanto para las personas, como para la organización, la gestión del error puede significar un tema de supervivencia. Si me siento amenazado evitaré arriesgarme para no equivocarme, con la consecuencia de limitar y/o anular la posibilidad de aprender, de emprender iniciativas, coartar la proactividad y creatividad, impactando la productividad individual y colectiva.

Si reflexionemos, sobre si el origen de un error está ligado a una persona, para decirlo de una manera concreta, esa persona la identificamos como “portadora” de determinado tipo de errores, entonces lo que probablemente hará es esconder el error y/ culpar a alguien más, desaprovechando la oportunidad de aprender del error, además que desde la perspectiva de Teoría Blumenstein, dejamos fuera de la ecuación a otros miembros de ese sistema social, con cuyos comportamientos están contribuyendo a que persista esa situación, no reconociendo que son corresponsables del orden que guardan las cosas en ese sistema social.

Ante este escenario parece que la pregunta que puede emerger es si actuando como lo hacemos nos alcanzará para construir una realidad distinta. Y si la respuesta, es que no, entonces parece que Teoría Blumenstein puede ofrecer posibilidades diferentes, pues de entrada, los resultados de cualquier sistema social, cualquiera que éstos sean, son una co-construcción de todos los que lo conforman.

Desde mi mirada, aplicando Teoría Blumenstein, en este caso, lo primero que destacaría es la necesidad de definir el propósito general de ese colectivo y después, específicamente, respecto al error. Por ejemplo, si se declarase que en cuanto al error que el propósito fuese detectar las causas de los errores, a fin de decidir un curso de acción para minimizar su ocurrencia, quizá, las propias personas propondrían la capacitación o el entrenamiento como solución para desarrollar las habilidades necesarias para ejecutar su función con una mayor eficiencia. En otros casos la propuesta sería un período de acompañamiento para que la persona supere un obstáculo personal. Algunas otras situaciones podrán demandar ajustes a procesos ineficientes; incluso, podría darse el caso que si la persona no tuviese el perfil para una posición determinada, la alternativa emergente sería reubicación y, en caso extremo, desvinculación de la empresa.

Si lo que se busca es que la persona florezca y genere una buena vida, que es uno de los propuestas de Teoría Blumenstein, habría que promover una forma diferente de mirar el error, una que invite a tomar la cuota de responsabilidad, ya sea el líder o colaborador, añadiendo la necesidad de separar el error de la persona que lo cometió, tratando estos dos elementos como lo que son: dos cosas diferentes: el error, como un error; y a la persona, como persona.

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