Por Salvador Nocetti Vilchis

30 de abril, “Día del Niño”, y en este 2017 fecha para culminar un ciclo de aprendizaje que fue mucho más grande de lo que yo había imaginado.
Todo inició hace más de un año cuando comencé un programa llamado “Visión Sistémica” que ofrecía herramientas para el líder y el coach “sistémico”. Suficiente razón para explorar y completar mi caja de herramientas personal.
La oferta era atractiva y desafiante. En mi caso parecía, desde mi propio entendimiento, que un comunicólogo conocía todos los escondites y secretos de la comunicación… aunque solo fuera desde la teoría.
La primera sesión de fin de semana mis juicios comenzaron a hacer su trabajo. Un grupo nutrido, una maestra conocida y de buena reputación y un maestro alemán que no hablaba español. ¡Ah! y una traductora. Debo confesar que mi primer juicio fue “esto va a estar en chino, ¿cómo se les ocurre?, ¡vamos a avanzar lentísimo!
Y la verdad no era en chino, era en alemán, al inglés al español.
Mis construcciones de realidad
Poco a poco fui descubriendo que esos pensamientos y juicios provienen de mi forma de construir el mundo. Mi “construcción de realidad” y que esa manera de responder ante cualquier comentario no es necesariamente lo que está ocurriendo, es simplemente la construcción de comportamiento que decido ante la realidad que construyo. ¿Parece complicado? Pues sí, comunicarse es complicado y para llegar a un buen resultado de un intercambio de datos de dos personas se requiere, solo una cosa… cuidar el propósito común a través del cuidado de la forma.
Comprender esto a través de los módulos me llevó a darme cuenta que yo decido ante la vida si soy víctima o protagonista, otros le llaman “ser el chofer o el pasajero del autobús de la vida”.
Ahora me doy cuenta que a lo largo de todos mis años he tenido conversaciones en las que lo que quería decir o callar, no estaba garantizado. Que aún con las personas que más amo en la vida, la conversación fácilmente se puede ir directito al precipicio. Entendí que la comunicación es un milagro.
También me di cuenta que muchas de las herramientas que aprendí a través de los años, como diferentes técnicas de negociación, negociación positiva, buscar ganar-ganar, conversaciones difíciles o ¡la que sea! son solo formas que el hombre ha buscado para dar tips, checklists, guías y consejos para reducir la complejidad de la vida.
Hoy al mirar lo que aprendí en estos meses con Katia del Rivero y Michael Blumenstein sé que ésta es la mejor manera de explicar lo que pasa adentro del cerebro cuando intercambio datos con otra persona.
Mi incursión empresarial
En los últimos tres años me aventuré en el desafío de una empresa familiar, 100% mexicana, de las denominadas “microempresas”. Cuando llegue a la organización contaba con mi caja de herramientas desarrollada en corporativos internacionales y marcas “Premium”. Además de mi ego (nuevamente, “construcción de realidad”) asegurando que haber pasado por cuatro fusiones internacionales — una de ellas donde como el conductor a nivel Latinoamérica — me dejaban listo para lo que fuera.
Mi sorpresa es que aún con estas nuevas herramientas si el propósito común no es compartido, no funciona nada. Así que la teoría es buena, pero es mejor cuando se siente, se vive, se suda y se respira a través de los planteamientos: ¿que queremos hacer juntos?, y ¿hacia dónde vamos?
Aprendiendo sin “acuse de recibo”
Hace un año mi mamá falleció y me trajo la sensación de orfandad… sí, a mi edad. Pocos meses después murió un gran amigo víctima de un cáncer que lo acabó en unos pocos años. Finalmente, la tercera persona que partió fue mi maestro Michael Blumenstein, cumpliendo así esa historia que nos hemos inventado que la gente se va “de tres en tres”.
Es claro que todas estas pérdidas duelen en el alma, desde distintos lugares. Es como si tuvieran su propio territorio en el corazón.
En el caso de la partida de Michael me duele que, para seguir aprendiendo del maestro, hay que investigar y discutir lo que entendí y lo que entendieron los demás. Y que no habrá ese “acuse de recibo” del autor de la teoría. Lo cierto es que ese programa llamado “Visión Sistémica”, hoy “Teoría Blumenstein” ofrece formas para que vivamos una buena vida; es decir, disfrutar, agradecer y construir para vivir en paz. En paz porque desde una conversación, si cuido el propósito y me doy cuenta qué hay que echarle ganas para entendernos entonces, quizá, lo haré con más cuidado y más amor.
Finalmente, pasé el Día del niño cerrando un ciclo que me habilita para la apertura de un nuevo ciclo con una mirada más amplia y buscando que mis contribuciones sean de mayor valor, entendimiento mutuo, servicio y amor.
¡Feliz Día del niño!
No comment yet, add your voice below!