
Cada 30 segundos alguien se quita la vida
Hace dos semanas se suicidaron tres personas, cuyas muertes fueron muy comentadas en las noticias, Kate Spade, Inés Zorreguieta y Anthony Bourdai.
Estos tres seres humanos fueron noticia porque eran famosos. En la misma semana alrededor de 21,000 seres humanos más también se quitaron la vida, y de ellos, no se dijo nada en los medios.
El suicidio es una de las tres principales causas de muerte entre los jóvenes hoy en día. En los últimos 50 años se ha incrementado alrededor de un 60% como factor de muerte.
Según la OMS unas 3,000 personas se suicidan a diario en el mundo. Esto significa que cada treinta segundos, acorde a estas estadísticas, alguien se quita la vida.
Mientras escribo este artículo, me tardaré unos 30 minutos, habrán fallecido por suicido alrededor de 60 personas. Mientras tú lo lees, Medium dice que te tardarás alrededor de seis minutos, 12 personas.
Quizá no te sorprenda. Quizá vivas en un país en guerra o con altísimos índices de violencia como México y pienses que no es nada en comparación con las fosas dónde se encuentra miles de restos de desconocidos día a día.
Quizá consideres que ni siquiera importa en un mundo sobrepoblado al que bien le haría falta que algunos de nosotros desapareciéramos.
O quizá te duela profundamente el corazón y te preguntes ¿Qué nos está sucediendo? A mí me pasa esto último.
¿Cuál es la causa?
Hay muchas teorías acerca de la causa del suicidio. Algunos estudios dicen que la depresión es el principal factor. Otros dicen que son situaciones económicas o problemas en las relaciones interpersonales.
Particularmente creo que la causa es que dejamos de considerarnos aptos para la vida. Y quiero hacer énfasis, no es que no seamos aptos para la vida, es que NO NOS CONSIDERAMOS aptos para la vida. Dudamos de nuestra capacidad para afrontar la vida con todas las vicisitudes que la vida trae con ella.
Hace año y medio que mi esposo falleció. Estuve profundamente triste los primeros nueve meses. Hubo días, semanas, en que no tenía energía para levantarme de la cama, sólo quería llorar y llorar, pero no pensé en suicidarme. Mi tristeza fue tanta que se transformó en depresión, mi cerebro no fue capaz de producir suficientes neurotransmisores para balancear. Aún en esta condición y consciente de que necesitaba apoyo para restablecer mi balance bioquímico, no me quise suicidar. La situación financiera se tornó compleja porque pasé algo así como un año sin trabajar, tampoco me quise suicidar. Mis vínculos con los otros, en algunos casos, se volvieron difíciles. Me molestaba muchísimo que me dijeran que “todo iba a salir bien”, cuando yo estaba convencida de que nada podría salir bien nunca más. Y aún así no me quise suicidar.
Una mañana desperté y cuestioné mi capacidad de sobrevivir en la vida sin Michael. Y la construcción que hice de mí misma fue “incapaz”. Cuando el veredicto fue este, entonces realmente pensé en quitarme la vida.
Era como si me sintiera en medio de un vendaval completamente desamparada. Y no es que me quisiera morir, es que no tenía ni la menor idea de cómo vivir. El tema no era la vida, ni si quería vivir en ella, ni si estaba triste o deprimida, tampoco eran los temas económicos y de relación, todo eso fue “gestionable” mientras yo creí que era capaz de manejarlo y completamente devastador cuando “construí” que no lo era.
Me parece que nos suicidamos en el segundo de la desesperación en que olvidamos que somos aptos para la vida que tenemos al frente.
Bendita Teoría Blumenstein®
La noche que entré a buscar en internet “cómo suicidarse de forma segura” realmente me asusté. Y acudí al espacio más seguro que he sentido en toda mi vida, los brazos de Michael, así que llorando cerré mis ojos, evoqué una imagen dónde él me sostenía en su pecho y le supliqué que me llevara de una vez por todas con él o que me enseñara cómo quedarme en la vida sin él.
Y recordé una conversación. “La vida no tiene sentido. No tiene el menor interés en que seas feliz. Si te sirve de algo, tampoco tiene el menor interés en que no lo seas. No tiene ningún interés en que vivas bien, tampoco en que vivas mal. No le importa si eres pobre, igual que le vale un comino si eres rico. Le da exactamente igual si tienes una buena autoestima o no. Si te vistes bonito o no. Si te quieren o no. Si tienes pareja o no. Si tienes un empleo o no. Si tienes para comer mañana o no. Si estás sólo o no. Si sientes que te aman o no. Si amas a alguien o no…
“A la vida lo único que le interesa es la vida”.
Porque la vida es lo único que se necesita para abrir paso a la vida misma. Y porqué solo en la vida existe el espacio para vivir.
Y entonces recordé cómo en los primeros días, semanas, meses después de que él murió le suplicaba a mi respiración que fuera la última, que no llegara una más, y cómo, aún con todo ello, la siguiente respiración llegaba. Por primera vez entendí de fondo aquella frase de Michael:
“Lo creas o no, lo sepas o no, te sientas o no, te guste o no, eres apto para la vida”.
En mi experiencia personal y en lo que he visto y acompañado lo único que realmente puede invitarte a irte de esta vida es que pierdas de vista en un segundo de completo desamparo tu suficiencia ante la vida y creas que la única opción es no vivir. Es el segundo en que crees que no tienes otra alternativa porque no eres capaz de generarla. Es la milésima de segundo en que consideras que no puedes más porque no sabes cómo.
Y si estás ahí… corre…. pide ayuda… llama a un número de emergencia, toca la puerta de tu vecino, no importa si no te habla; baja y busca al primero que te cruces en la calle. Grita, sal, no te quedes sólo o sola. Por favor, quédate en la vida, eres apto/a para ella, aunque en este instante no lo creas.
¿No sé cómo?
Esa noche comprendí por primera vez que me sentía profundamente desamparada no porque no supiera como vivir sin Michael, lo había hecho, sino porque no sabía cómo vivir sintiéndome segura en este mundo que me parecía tan retador sin él.
Y nuevamente la Teoría Blumenstein® me dio una salida. Michael decía que cada vez que entramos en desamparo, es porque hay una necesidad primaria no atendida, no escuchada. Así que en cuánto me sentía perdida, me preguntaba ¿Qué necesito? De esa forma comencé a generar nuevas opciones para mí. Jamás he vuelto a sentir la seguridad que sentía con él, y he aprendido a generar una nueva sensación de seguridad conmigo, diferente y suficiente para estar en la vida en paz.
Sentirme apto quiere decir que soy capaz de generar, crear, buscar alternativas, nuevas opciones dónde antes no las veía, y también significa recordar que, si no las encuentro, siempre está la alternativa de pedir ayuda.
Una sociedad con poca compasión y mucha exigencia
Vivir es experimentar, construir, crear, encontrar alternativas, caminos, posibilidades. En la medida de lo posible que sean “buenos” para ti. Y “bueno” es completamente único para cada persona en este mundo.
Vivimos en una sociedad que tiene demasiadas exigencias a la vida para valorarla por sí misma. Que tiene muy pocos “buenos” que considera “buenos” y que ha perdido el gozo de vivir por vivir.
Por favor, es tu vida, “se amable contigo mismo/a”, incluso por encima de una sociedad con mucha exigencia y poca compasión.
La vida es una elección
Eres tan apto para la vida que incluso puedes elegir vivirla o no. La vida es una elección y cómo vivirla también. Y esto sólo podemos verlo cuando estamos en nuestra suficiencia ante ella. Por favor, si no estás ahí, pide ayuda. A mí me importa, aún sin conocerte, que te quedes en la vida. Porque es juntos cómo vivimos y aprendemos a vivir.
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