por Katia del Rivero

Durante este mes de abril estamos explorando algunas características infantiles que desde nuestra perspectiva sería muy lindo recordar y reincorporar a nuestro adulto presente. ¿La razón? Nos equipan para las necesidades que el futuro demanda.

Hemos explorado dos perspectivas hasta ahora.

Primero, la capacidad infantil de preguntarse “¿Cómo hacerlo diferente?” versus la forma adulta que dice “Así lo hemos hecho siempre”.

En el segundo exploramos como es que los adultos hemos olvidado construir juntos y usualmente no queremos colaborar más con quienes hemos tenido diferencias versus los niños a quiénes sin importar cuántas diferencias puedan tener, tratan de nuevo, porque lo importante es jugar.

La manera correcta

En estos días leía un artículo sobre una historia que usaron ciertos reclutadores para seleccionar a un candidato.

La historia es la siguiente: Una noche vas conduciendo tu auto, llevas un solo asiento disponible, está lloviendo. Pasas por la parada de autobús y observas que están ahí tu mejor amigo, una anciana y el amor de tu vida. ¿A quién llevarías?

Hubo muchas respuestas. Parece que la “ganadora” fue quien dijo que “Le daría las llaves a mi amigo para que llevara a la anciana y me quedaría con el amor de mi vida en la parada esperando el autobús”. ¡La respuesta correcta!

Y yo me pregunto ¿Correcta para quién? — obvio para el entrevistador — ¿Desde qué perspectiva? ¿Es la única perspectiva? ¿Hay otras perspectivas? ¿Qué es “correcta”? ¿Hay temas que no se han explorado?

La mayoría de los adultos no nos hacemos estas preguntas. Hemos construido un mundo dónde “el valor está en saber la respuesta”. Premiamos al “hombre/mujer” que la tiene. Valoramos al que la sabe. Consideramos competente al que responde rápidamente. Al que afirma sin titubeos.

¿Y si cambiamos de correcto a funcional?

Cuando hablamos de correcto hablamos de un juicio de valor desde la perspectiva de alguien. Lo correcto para alguien no necesariamente significa lo correcto para alguien más.

En el marco de nuestra historia lo que le pareció correcto al entrevistador, a mí no me lo parece. ¿Quién soy yo para decidir por los otros? ¿Puedo tomar la decisión de lo que hará mi amigo? ¿De con quién se irá la anciana a quien no conozco? ¿De que la persona a la que yo considero “el amor de mi vida” no tenga la oportunidad de preguntarse si quiere serlo?

También puede ser que esa mirada “correcta” sólo lo sea con la información que se asume. ¿Qué sucede si la anciana es la madre del “amor de mi vida”? ¿Estarían dispuestas a separarse? ¿Cómo sé que ese amigo -al que no veo hace tiempo, decía la historia- no es la pareja de esa persona a quien yo asumo el amor de mi vida? ¿Quizá incluso los tres se conocen y están esperando a que otra persona pase por ellos? Desde estas otras perspectivas, quizá la respuesta elegida como “correcta” no sea tan correcta.

Si observamos a los niños, ellos no piensan en términos de “correcto o incorrecto”, podríamos decir que piensan más en términos de “funcional o no funcional”.

Y el tema de lo funcional trae implícito una maravilla extraordinaria -eso pienso- y es que algo sólo puede ser funcional cuando es útil para lo que se quiere lograr. Y en esto los niños son clarísimos. Si no, pregúntele a la mamá que quiere meterse debajo de los estantes de un supermercado cuando su hijo de tres años se tira al piso y grita con toda la fuerza de sus pulmones porque quiere un dulce. ¿Te has preguntado porque lo hace? Simple, le funciona. Si no, no lo haría.

¿Cómo lo sé? Pues porque otros niños no usan la misma estrategia, porque simplemente han aprendido en el marco de sus hogares que no funcionaría, así que usan otras: pedirlo por favor, usar su mesada, acudir al abuelo consentidor, no hacerlo por temor, etc., etc., etc.

Michael decía que “la creatividad de los niños para sobrevivir es prácticamente infinita”, así que hacen todo aquello que consideran útil para sobrevivir.

Quizá estés pensando que esto “no es correcto”, ¿cómo que un niño que haga un berrinche en el super es correcto? Porque el niño no piensa en correcto o incorrecto, piensa en útil o no útil para su supervivencia. Y ha aprendido lo que es útil porque su entorno familiar lo ha co-construido de esta forma. Así que, si el niño se tira al piso, lo pide por favor o no lo pide, ha sido un proceso de co-construcción con los otros.

Un mundo de posibilidades

Cuando tú y yo pensamos en términos de correcto, cerramos las alternativas a una. Cuando tú y yo pensamos en términos de funcional abrimos las posibilidades a muchas.

Quizás te estés cuestionando el marco de ética de esto. El enfoque sistémico no tiene un marco de ética, es un marco descriptivo, estructural. La ética la co-construimos nosotros. En la elección de aquello que se acuerda útil al propósito que se quiere construir.

¿Qué queremos lograr? ¿Quiénes participan en la co-construcción de este resultado? ¿Dónde estamos? ¿Qué necesitamos? ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿En qué marco de comportamiento queremos hacer estos acuerdos? Estas son algunas preguntas útiles para mirar de forma funcional, abren posibilidades y por paradójico que parezca, generalmente invitan a construir opciones “correctas” para todos.

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *