por Katia del Rivero

“El profesional del futuro”

Está de moda el tema de las “competencias” que requieren los profesionales del futuro. Dependiendo el modelo, podemos encontrar una mediana o gran lista de capacidades, algunas que se repiten, otras con nombres “de actualidad” (como el “visual thinking” o el “sensemaking”) y son las siguientes:

Análisis de datos cuantitativos, análisis y procesamiento de información, capacidad de adaptación, capacidad de contextualizar, capacidad de enfrentar la resistencia, capacidad de finalizar procesos, capacidad de identificar inflexiones, capacidad de transición, capacidad maximizadora, capacidad teórica, colaboración virtual, competencias multiculturales, comunicación eficaz, conocimientos técnicos, edición y redacción de informes, hablar el lenguaje “media”, inteligencia social, manejo de software, mentalidad de diseño (visual thinking), organización, pensamiento computacional, pensamiento innovador y adaptable, resolución de problemas, sensemaking (genera sentido), transdisciplinariedad, ventas y marketing, acepta las críticas, asumen riesgos, capaces de moverse entre fronteras difusas, capaces de trabajar en red, capacidad en sectores nuevos o tradicionales con nuevos modelos, capacidad resolutiva, colaboración, con orientación social, saber crear alianzas, creativos e imaginativos, eficaces, empatía, éticos, flexibles, identificar modelos diferenciados, manejan la incertidumbre, manejo del estrés y la presión, motivación y confianza, móviles, multiculturales, responsables, toman decisiones, trabajo en equipo.

¿Qué emerge cuando ponemos algo de orden o clasificación a estas capacidades? Identificamos, me parece, cuatro grandes grupos y una marcada diferencia en cuánto a las capacidades que el futuro demanda prioritariamente.

¿Qué significa?

Si bien he aprendido que todo puede tener tantos significados como personas lo analizan, en mí perspectiva significa que: hoy para ser un profesional se requieren capacidades técnicas y tecnológicas, mañana eso se da por sentado y pasado mañana lo que hará la diferencia es el modelo de pensamiento que se use y la forma de construcción social.

En mi experiencia actual hace un profundo sentido. Hoy cuando voy a una organización, nadie se queja de la capacidad técnica de su gente, ¡Por eso están ahí! Incluyendo a nuestros operarios. Aún sin estudios formales, estos artesanos, técnicos, profesionales de la experiencia, tienen las capacidades que los hacen suficientemente competentes para llevar a cabo su tarea. Y cuando no es así, no es un problema, la organización los desarrolla, los cambia o los subvenciona, dependiendo la cultura.

En un siguiente nivel, me encuentro que la gran mayoría de los colaboradores, actualmente son competentes en tecnología, al menos en nivel básico. Es interesante para mí encontrar operarios con un manejo de Excel mejor que muchos directivos de organización. O web managers que saben más de redes sociales que los propios responsables de áreas de marketing o comunicación. No es una sorpresa, la tecnología hoy es parte de nuestra vida. La generación “Z” nació con la tecnología. Aplicaciones que para otros son aún un reto, como FB, Tinder o Snapchat son parte de su cotidiano. Y no sólo ellos, hoy cualquier persona que quiera sobrevivir en el mundo laboral requiere un mínimo de conocimiento tecnológico o estará fuera de mercado.

¿Para qué si nos llaman las organizaciones? Para revisar lo qué vamos a hacer y cómo lo vamos a lograr. Es decir, para acompañar a desarrollar y fortalecer la capacidad de construcción de futuro. Esta es una de las capacidades menos desarrolladas. El tema es muy sencillo, hemos formado para la certidumbre y nos enfrentamos a un mundo de incertidumbre. Así que la gente sabe como reaccionar “si tiene todo lo que necesita para lograr lo que se le pide” y no sabe qué hacer cuando esto no sucede de esta forma. Nos quejamos en lugar de proponer. Analizamos con miradas individuales en lugar de colectivas. Anteponemos intereses personales a propósitos de negocio y colectivo. Pensamos “dentro de la caja” en lugar de pensar formas para encontrar alternativas, oportunidades, posibilidades, distinciones que antes no veíamos

Finalmente, la más grande demanda es para acompañar más allá de si se tiene lo anterior o no, en cómo lograr “sin dejar muertos, heridos y abandonados en el camino” los resultados. Para que el área de ventas acuerde con producción. Para que los ejecutivos construyan con sus colaboradores. Para que el liderazgo sea un proceso de toda la organización y no un privilegio de la jerarquía. Para que en lugar de criticarnos y despedazarnos por nuestras visiones distintas podamos integrarlas y construir a partir de la diferencia. Para que colaboremos y lo hagamos de forma tal que juntos seamos capaces de hacer realidad el futuro que soñamos con la tecnología y el conocimiento técnico que tenemos.

¿Quién puede enseñar esto?

Y aquí es dónde me parece que está el más grande reto.

¿Los padres? Creo que estamos tan o más perdidos que nuestros hijos. Basta mirar lo que las generaciones actuales están haciendo y no podemos negar que lo aprendieron de nosotros, no de lo que les predicamos, sino de lo que nos vieron hacer. Muchas veces no sabemos que hacer ante ellos y no tenemos preparación para construir con ellos. Y en muchos casos son ellos quienes están llevando la pauta de la construcción.

¿Los profesores? En mi experiencia, los profesores son extraordinarios técnicos y algunos buenos tecnólogos, pocos con capacidad de pensamiento de futuro y menos con capacidad de manejar la incertidumbre. Casi ninguno con capacidad de construcción social. Y no porque sean deficientes, simplemente porque no se han entrenado en ello. No se los han pedido para obtener sus grados académicos, menos cuando estos son especializados en temas técnicos. ¿Cómo entonces vivir confiadamente en el mar de la incertidumbre? ¿Cómo, entonces, enseñarla?

¿Los líderes? Muchos de ellos han desarrollado capacidad de construcción de futuro, tienen buenas ideas, magníficas posibilidades de crear y una vez más cuando se enfrentan solos a la incertidumbre y al movimiento de la vida que no avisa ni pide permiso, entonces entran en estados de “desamparo” y toman decisiones que en muchos casos han llevado a negocios, equipos y proyectos a fracasar. No por que hayan sido malos, sino por que no supieron cómo integrar.

¿Dónde está la respuesta entonces? En la posibilidad de aprender y construir juntos en la diferencia. En la capacidad de construir socialmente de forma tal que podamos sobrevivir y construir una buena vida para el equipo, la organización y la sociedad.

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *