Por Katia Del Rivero
Las personas solemos tener miedo al dolor. Definitivamente no nos gusta sentirlo. Si buscamos en Google encontramos cientos y cientos de páginas que inician con el tema “cómo evitar el dolor…” de la espalda, de la cabeza, del estómago, del corazón, de una ruptura, de una pérdida, de… de…
Pero ¿por qué queremos evitar el dolor? En mi mirada, porque hemos dado demasiado énfasis y mito a esta idea de la felicidad como forma de vida. Y la entendemos como algo que se tiene o no se tiene. Que además para tenerla debemos cubrir algunos requisitos entre los que se encuentran no sentir dolor.
Es sólo que el dolor es parte de la vida. Está integrado a nuestro sistema nervioso central y tiene una función de vida en la vida. ¿Te sorprende?
El dolor nos permite quitar la mano de la estufa caliente para no quemarnos. El dolor nos sirve para protegernos e incluso nos da un tiempo para cuidar aquello que requiere atención y sanación.
Por ejemplo, cuando nos hacen una cirugía nos recuerda que tenemos que ser cuidadosos con el movimiento de la herida para que pueda sanar adecuadamente o para avisarnos que no está sanando.
En este sentido el dolor es parte de la vida. El problema no es el dolor, el problema es la construcción de realidad que hacemos del dolor. En lugar de significarlo como algo que nos cuida, que nos avisa de los tiempos y ritmos que el cuerpo requiere para sanar, que nos indica cuándo es claramente necesario tomar una acción para cuidar de nosotros y nuestra vida, lo significamos como algo feo, malo, horrible y que hay que evitar.
Cuando lo escuchamos y atendemos la necesidad que quiere poner en foco, usualmente desaparece pronto. Si tengo la mano en el fuego el dolor el ardor desaparece al quitar la mano del fuego, si me quemé de tal forma que se generó una herida, el dolor de la herida desaparecerá cuando la zona esté restablecida. El primer dolor es diferente del segundo. Porque cada dolor tiene una función de aviso al cuerpo.
Hay de dolores a dolores
Los dolores físicos son distintos a los dolores emocionales. Y cada dolor tiene una forma propia acorde a cada persona. Es decir, algunos de nosotros somos menos sensibles al calor en la piel, pero mucho a la luz en los ojos. Otros son tolerantes a la luz y al calor, pero no a los ruidos, por hablar de estímulos físicos.
En el marco emocional, a algunas personas ciertas cosas pueden generarnos un gran dolor y a otras, pasarles completamente inadvertido.
¿Qué hace la diferencia?
En el marco del dolor que no está vinculado con la biología la diferencia está en la construcción de realidad. Es decir, el significado que hemos aprendido que tienen los eventos. Entonces para alguien el que una persona regale un presente que tú le diste generaría un inmenso dolor y para otra, puede no tener ningún impacto.
El dolor derivado del terremoto
Si has tenido “dolor” desde el terremoto, me refiero a esta sensación de opresión en el pecho de no poder respirar, de sentir miedo, de estar en extremo alerta, todo ello son formas de tu cuerpo de pedirte algo… ¿ya las escuchaste? ¿ya atendiste estas necesidades?
Cuando no escuchamos y atendemos estas necesidades, si ponen en riesgo nuestra vida, literal o perceptivamente, el dolor irá en aumento, no porque quiera molestarnos, sino porque quiere cuidarnos.
En la medida que atendemos la necesidad que el dolor pone al frente, existe mayor probabilidad de que pase pronto, abriendo una etapa de restablecimiento.
¿Qué hacemos comúnmente?
Lo evitamos, tratamos de no sentirlo, no lo escuchamos y entonces es como una invitación a que se haga más fuerte para ser escuchado.
Una posibilidad adicional es que lo exacerbamos. Entonces, lo hacemos más grande, lo sobre dimensionamos y entonces nos hacemos pequeños ante el dolor y lo transformamos en sufrimiento.
Cualquier de estas dos alternativas limita nuestra capacidad de reacción y cuidado de nuestra vida.
Así que, si tienes una sensación de angustia, miedo, dolor después del terremoto, quizá sea el mejor momento para que te preguntes ¿qué necesito? ¿qué me hace falta? ¿qué me quiere recordar, decir esta sensación? ¿qué puedo hacer para atenderla? ¿necesito ayuda, quizá?
Creo que transitar por el dolor, mirándolo, escuchándolo nos permite pasar pronto y salir más fortalecidos.
Qué así sea hoy en México.
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