por Katia del Rivero

¡Algo extraordinario!
Casi desde el primer momento en que comencé a compartir Teoría Blumenstein© me preguntaron que cuál era la diferencia esencial de esta tecnología social.
Al inicio realmente ni yo la sabía. Sabía que había algo diferente, único, especial y no podía distinguirlo, diferenciarlo de tal manera que pudiera concretarlo.
Sólo sabía que era extraordinario y maravilloso. ¡Me había transformado!
Había encontrado finalmente algo que me permitió dejar de estar enojada con la vida. Algo que logró que dejara de pelear contra el mundo por lo que yo consideraba correcto o justo. Algo que me fue útil para dejar de sentir que los demás me lastimaban. Algo que me permitió sí hacerme responsable de lo que era mío, y también poder distinguir lo que pertenecía a los otros.
Algo que me invitó a mirarme con verdadera bondad. Algo que me hizo ser más tolerante, paciente, cuidadosa conmigo y por ende con los demás. Algo que mejoró mis lazos familiares y sociales de una forma que antes no había experimentado.
Y, sobre todo, nunca en toda mi vida me había vivido tan en paz, tan plena, tan satisfecha conmigo y con mi vida.
La prueba de fuego
Luego vino la prueba de fuego. Michael murió de forma tan inesperada que yo creí que había perdido todo lo anterior. No tenía interés por la vida y dejé de sentirme apta para vivirla. Y al atravesar las más tenebrosas y profundas cavernas, cuando menos capaz me sentí, de repente comencé a recordar todo lo anterior, a darme cuenta de que estaba ahí, que ya era mío, que no dependía de la presencia o amor de Michael, que a mí tiempo y a mi ritmo, en mi forma sería capaz de reencontrar paz, alegría en mi corazón, disfrute por la vida. Y así fue.
Al regresar a la vida, a través de compartir seminarios, talleres, reuniones, sesiones de trabajo, sesiones individuales basadas en Teoría Blumenstein©, he identificado qué es eso que hace única a Teoría Blumenstein©, dónde están las distinciones respecto a otras propuestas y a lo largo de varias reflexiones las iré compartiendo.
Finalmente me hace falta decirte en esta introducción que, curiosamente en estos meses que revisaba por primera vez los apuntes y notas que me dejó Michael, descubría que mi conclusión no está lejana a la perspectiva de él.
¿Cuál es la distinción?
En esta primera reflexión déjame invitarte a un pequeño recorrido de diferentes etapas y perspectivas en el marco del comprender el mundo y a nosotros.

Uno de los modelos más replicados en el marco de comprender y comprendernos, es mirar hacia atrás. La idea es que si comprendemos nuestra historia y el efecto que tuvo en nosotros podemos comprender y cambiar aquello que nos invita a sentirnos insatisfechos con la vida.
No cabe duda de que es una propuesta interesante y útil; y, al menos en mi caso y he sabido de varios más, insuficiente.
Comprender mi historia, no necesariamente me hizo sentirme más capaz o hábil de cambiar mi presente o incluso mi futuro.
Así que a alguien se le ocurrió decir: “No necesitamos ir a la historia, podemos focalizar en el presente”. Con esta idea llegaron los enfoques de solución. La propuesta que hacen es identificar cuál es el problema o situación que incomoda y encontrar cómo resolverlo.
Este enfoque de presente es muy útil también, ni duda cabe. Al menos en mi caso me ha invitado a no quedarme “atorada” en el problema sino orientarme hacia la resolución.

En ambos enfoques, de pasado y de presente -solución-, nacieron propuestas con lo que se llamó en su momento “enfoque sistémico” que básicamente lo que proponía es que la persona no se puede ver sola, sino que está inmersa en un contexto, al que se llamó sistema, que genera un impulso en la persona y recibe un impulso de la persona, creando así, dinámicas.
En esta perspectiva la idea es poder entonces mirar no sólo a la persona, sino a la persona en su contexto. De esta forma podremos comprender qué y quienes están vinculados.

La premisa fundamental es que, más allá de mirar en la historia o enfocarse en el presente, hay un contexto que tiene un impacto y comprenderlo puede ser útil para facilitar aquello que de las otras dos manera no se ha podido lograr.
En lo personal este enfoque me hizo mucho sentido en algún momento de mi vida. Incluso tomé algunas herramientas y formas que — por riesgosas que me parecen desde siempre- fueron útiles y efectivas y las compartí.
Esta es la base original de lo que en su momento creé y llamé “intervenciones sistémicas” que eran formas estructuradas de acompañamiento, fundamentadas en enfoque sistémico -entendiendo por sistémico contextual- y que minimizaban -al menos en mi entender- los riesgos de otras herramientas o metodologías.
Hoy por hoy hay muchas, muchas personas que las usan y las consideran de mucho valor. Y estoy de acuerdo. Fueron útiles para el trabajo personal, para la comprensión individual. En algunos casos para la comprensión colectiva o incluso para un cambio real.
¿Falta algo?
Si ya veíamos al ser humano en su contexto y esto nos posibilitaba comprender más allá del individuo, si la idea de solución nos orientaba hacia lo que sí era posible en lugar de atascarse en el problema y la exploración de la historia nos ofrecía un soporte profundo, entonces ¿Qué faltaba?
En la perspectiva de Michael y la mía un elemento fundamental, el cómo. Y es aquí dónde Teoría Blumenstein© entra de lleno.
La propuesta de Teoría Blumenstein© si bien tiene elementos que están orientados hacia valorar la historia en términos de recursos, otros que están orientado a encontrar alternativas y posibilidades de acción en el presente y a mirar el contexto, la propuesta de Teoría Blumenstein© va más allá.
La propuesta de Teoría Blumenstein© es una propuesta orientada a descubrir cómo CONSTRUIR, a partir de todo ello, CON EL OTRO. Porque no vivimos en soledad. Porque muchos de nosotros tenemos claridad de nuestra historia, claridad de nuestras alternativas y conocemos nuestro contexto y no hemos sabido cómo construimos a partir de ello con los otros y cómo lograr hacer construcciones diferentes, si queremos.

Parece ser que de nada sirve que yo esté muy bien si soy incapaz de construir contigo (amigo, pareja, vecino, colaborador, compañero de trabajo, hijo, hija, padre, madre, hermano, hermana, socio, cliente, proveedor, alumno, maestro) porque tarde que temprano ese “estar muy bien” dejara de estar.
Somos seres sociales, biológicamente diseñados para sobrevivir en colectivo, en colaboración con otros, quizá sea tiempo de aprender cómo lo hacemos y cómo podemos hacerlo más útil, funcional y disfrutable.
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