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Imagina que vas conduciendo en la carretera. Llevas el cinturón de seguridad, el asiento está cómodamente ajustado y la distancia al volante es la adecuada para que maniobres con facilidad. En el camino hay una señal que te indica que vendrá una curva hacia la derecha. Antes de llegar a ella aminoras le velocidad un poco, giras el volante y mantienes el pie en el acelerador para mantener la velocidad constante y el rumbo fijo. Termina la curva y ajustas el volante para poder seguir el camino a tu destino. Tú decides por dónde, a qué velocidad y hacia dónde vas. Controlas el qué y el cómo.

Ahora imagina que de pronto, como por acto de magia, te conviertes en un pasajero. No sabes dónde estás, todo está oscuro a tu alrededor. No sabes quién va manejando, sólo sabes que no sientes el volante delante de ti. Sabes que vas en un auto, sientes la velocidad, pero no sabes a dónde te diriges. No puedes controlar el vehículo, ni su velocidad, ni su manejo, ni siquiera el destino al que se dirige. No controlas ni el qué ni el cómo.

¿Quién o qué es aquello que te quita (más bien, a quien cedes) el control del volante?

Michael Blumenstein lo llamaba “conductores”. Los definía como la estructura aprendida para la supervivencia dentro de cada una de nuestras familias. Cuando nacemos, cada uno de nosotros desarrollamos nuestro conductor principal (puede ser que algunos tengamos una mezcla de dos o tres, más sería esquizofrénico) cómo un método de adaptación y supervivencia dentro de nuestro sistema familiar.

Por lo tanto, el conductor es una especie de piloto automático que se activa normalmente, cuando entramos en desamparo o nos sentimos amenazados (Ojo, esta “amenaza” puede no ser “real”, mientras así percibamos la situación es “real” para nosotros). Su función es ayudar a la supervivencia sin importar el costo. Para el conductor, el fin justifica los medios. Nos roba el volante de nuestras acciones, decide por nosotros y nos lleva de pasajeros. Lo que no hace, es enfrentar las consecuencias de sus acciones, eso nos toca a nosotros. Una vez que logramos recuperar nuestra suficiencia y tomamos el control de regreso, tenemos que lidiar con lo que sea que haya hecho nuestro conductor a través de nosotros, porque usualmente el resto del mundo, no logra identificar quién nos va manejando, si nosotros o el conductor.

¿Cuáles son los conductores?

Los conductores son cinco. Todas las personas tenemos uno predominante. Cada uno se desarrolla de manera diferente. Son los siguientes.

Sé amable

Se caracteriza por la intención de mantener la comodidad ajena por encima de la propia. Es sentirte responsable por el bienestar de otros e incómodo cuando no lo logras.

Sé fuerte

Se refiere a una disociación de uno mismo con sus sentimientos. No es que seas fuerte, aunque eso aparentes, es que estás tan disociado de tus propias emociones que no te permites sentirlas. Si las sintieras, quizá te derrumbarías ante ellas por que no sabes cómo manejarlas, no sabes sentir.

Apúrate
 En este todo pasa demasiado lento. La gente no avanza lo suficientemente rápido, las cosas no pasan lo suficientemente pronto. Todo es para ayer y siempre hay algo más que hacer por lo que sentirse presionado. No disfrutas el presente, siempre pensando en el momento que viene después de este.

Esfuérzate
 Aquí no se disfruta de lo ya logrado, pues siempre hay una nueva cima por conquistar. No vale la pena si fue fácil conseguirlo y si ya pudiste de una forma, hay que complicar el proceso para seguir esforzándose. Es estar en la continua búsqueda del hilo negro.

Sé perfecto

Si leíste los anteriores y te identificaste con todos, quizá sea porque tu conductor es éste. No acabar las cosas nunca por que no son lo suficientemente buenas, tener estándares imposibles (cómo tener todos los conductores como principal) y sentirte frustrado siempre, porque nunca nada es tan perfecto como debería ser.

Dentro de la Teoría Blumenstein® y su vocabulario, no existe “bueno” ni “malo”, por lo tanto no quiero decir que los conductores son “malos”. Lo que quiero decir es que son incompatibles para una buena vida. Para tener una buena vida, necesitamos mantenernos dentro de nuestra suficiencia, así podemos decidir lo que es “bueno” para nosotros y lo que queremos y lo que no. Los conductores no aparecen mientras nos mantengamos dentro de nuestra suficiencia. Por ello es que digo que los conductores son incompatibles con una buena vida. No aportan, sólo controlan. No construyen, sólo avanzan sin dirección ni propósito. No co-crean, sólo ejecutan. No nos abren posibilidades, sólo existe una, ellos.
 
 ¿Cómo salir de ellos?

Volviendo a nuestra suficiencia. Lo que sea que eso signifique para cada uno de nosotros.

Katia Ibáñez

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