¿Qué es la razón?

La razón es la capacidad de la mente humana para identificar conceptos, analizarlos, cuestionarlos, encontrar relaciones entre estos conceptos y otros, similitudes y contradicciones; y poder a partir de lo anterior, deducir un nuevo conocimiento, inducir una nueva idea, encontrar una nueva premisa, descartar una premisa previa.

Con estas nuevas premisas o propuestas, que usualmente emergen como resultado del proceso anterior, formamos juicios o generamos conclusiones que damos por “válidas”, “correctas”, “inválidas” o “incorrectas” y que en gran medida impulsan nuestra forma de significar el mundo y nuestra elección de comportamiento.

Michael Blumenstein decía que es “el proceso mediante el cuál tratamos de simplificar la complejidad del mundo que nos rodea para sentirnos capaces de gestionarlo”.

Hay muchas formas de encontrar la razón

En el mercado hay muchos, muchos modelos de cómo es que llevamos a cabo este proceso.

Deductivo o Inductivo… ¿Qué miras? El todo y de ahí te orientas a lo específico, o al revés, observas el detalle e induces lo que podría ser el todo.

Racional o Lateral… analizas “las partes”, su relación y generas conclusiones, o quizá, miras desde una perspectiva diferente y a partir de ahí analizas y generas nuevas propuestas.

Divergente o convergente… tu análisis está más orientado a identificar diferencias o similitudes entre los aspectos que estás analizando.

Lógico o intuitivo… tu análisis es con base en hechos y datos duros, o quizá en sensaciones y percepciones.

Y podría seguir y seguir… cada uno de estos tipos es la forma en qué nombramos una manera de realizar este proceso de razonamiento, es decir, este proceso de comprensión del mundo que nos rodea.

¿La razón es verdadera?

Hasta el párrafo anterior todo parece estar en adecuado orden. Hablamos de formas para comprender el mundo, su complejidad, simplificarlo y sobrevivir a él.

Incluyendo el hecho de nombrar estas formas con nombres que nos permiten identificarlas y distinguirlas entre ellas mismas.

¿Dónde es dónde la cochinita “tuerce el rabo” como decía mi abuela? Cuando después de un proceso de razonamiento damos por “verdadera, única y universal” la conclusión a la que llegamos.

Y aún más, para sostener que mi resultado es “mejor” o “más correcto” que el tuyo, incluso devalúo tu método de obtener tu propia conclusión. Entonces es “mejor” un pensamiento científico que uno mítico, o la biblia está por encima de la ciencia.

No es mi intención generar un debate con la información anterior, particularmente pienso que son formas diferentes de simplificar la complejidad del mundo y cada quién elige aquella que considera más adecuada para su propia supervivencia, incluso si yo no estoy de acuerdo con ella.

Y de esto si se trata el foco de esta reflexión. Hemos dado tanto peso a la “razón” y la hemos considerado nuestra referencia de comportamiento (cualquiera que sea el método que usamos para ello) que terminamos defendiendo y peleando por nuestra razón.

¿Razón o construcción?

Me parece que en un mundo dónde hay tantas personas como modelos de pensamiento (más allá de que algunos se agrupan en sus diferentes similitudes) en el marco de lo social lo interesante no es cómo llegamos a estas conclusiones, si no qué queremos hacer con ellas. La premisa básica es: qué queremos construir con el otro a partir o no de estas premisas.

La co-construcción no es un modelo de “razones verdaderas” aunque algunos piensan así. En su proceso más básico es la forma de “apoyarnos para sobrevivir”. En la época de las cavernas esto era literal. Juntos era más sencillo cazar un mamut que hacerlo solos, nuestras probabilidades de supervivencia se incrementaban. En este proceso lo importante no era tener la razón, era lograr el propósito compartido.

Hoy es similar. Quizá lo que hay afuera no es un mamut, sino nosotros mismos y los peligros derivados de la sociedad que hemos co-construido con todo el conocimiento que tenemos. Y, la premisa básica es la misma, “hacer algo que facilite, incremente nuestras probabilidades y en algunos casos contribuya a hacer más plena nuestra supervivencia”.

Lo que nos une no es un modelo de pensamiento, lo que nos une es un propósito a construir, a lograr, a asegurar. Y a veces el modelo de pensamiento estorba al proceso de construcción.

Aprender a distinguir

Cuando tú y yo podemos distinguir esto entonces podemos contribuir de forma diferente porque lo importante es el propósito que queremos lograr, incluso a partir de nuestras diferencias de razón.

Y esta lógica aplica para todas las circunstancias. Permítenos compartirte algunos ejemplos:

  • Tú yo competíamos por un puesto y ha sido anunciado al ganador. ¿Cómo hacemos para construir en este nuevo escenario con este nuevo propósito?
  • Ya obtuvimos el divorcio, no somos una pareja, sin embargo seguimos siendo padres. ¿Cuál es el propósito que sí compartimos y cómo queremos construirlo?
  • Tú y yo tenemos perspectivas políticas diferentes, el candidato de uno de los dos ganó. ¿Cuál es la forma de construir la nación que si queremos ambos?

El reto está en mirar qué queremos construir juntos y no a las perspectivas individuales que nos separan. Aprender a construir en la diferencia se basa en poner el foco en el propósito común que sí queremos alcanzar.

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