Hoy recordamos y celebramos a aquellos que han contribuido en nuestro proceso de formación, desarrollo, crecimiento y aprendizaje. Y yo quiero dedicar este artículo a la memoria de la persona que más ha contribuido a que yo sea quien soy hoy, Michael Blumenstein.

Y quiero hacerlo compartiendo uno de los más significativos aprendizajes que me dejó.

La palabra amable viene del latín “amare” y del sufijo “ble” que significa posibilidad. Amable significa “posible de amar”.

Cuando buscamos el origen de la palabra amar, no es claro, así que utilizaré la definición que Michael daba del amor: “contribuir hacia el otro de tal forma que recuerde su suficiencia.

La idea de ser amable con uno mismo significa “la posibilidad de contribuir a mí mismo de tal forma que recuerde mi suficiencia”.

¿Suficiencia?

Suficiencia es esa sensación que tienes de que no importa lo que suceda tú eres apto para lidiar con ello. Y además, de que puedes hacerlo de la forma más linda para ti, para el/los otros, para la situación. De qué si te equivocas, no pasa nada, siempre puedes intentar algo diferente la siguiente vez.

Es esa sensación que emerge de confiar que vienes total y completamente equipado con todo lo que se necesita para vivir tu vida. Y qué puedes vivirla bien.

Y bien no significa perfecto. Bien no significa sin experiencias difíciles, retadoras o quizá incluso dolorosas. Bien significa aprender de ello. No clavarte en nada especial. Mirar hacia adelante. Generar alternativas diferentes. Disfrutar la vida. Reconocerte por ello. Simplemente vivir.

¿Dónde está el reto?

El reto está en que socialmente hemos aprendido tantas cosas que no son útiles para ello, que con mucha frecuencia hacemos de todo, excepto ser amables con nosotros mismos. Nos juzgamos con una dureza impresionante. Nos auto-exigimos una perfección que no solemos pedirle a nadie más. Y somos tan poco compasivos con nosotros mismos como ni siquiera lo seríamos con alguien que no nos caiga bien.

Si hacemos algo que no resulta como esperábamos, lo transformamos en error, fracaso o estupidez en lugar de vivirlo como una experiencia de la cual pudimos aprender y sobre todo generar algún recurso.

En vez de mirarnos con amor y cariño cuando suceden esas cosas inexplicables de la vida como la muerte, la enfermedad o un accidente, vamos y buscamos explicaciones que nos invitan a sentirnos culpables porque cargamos algo de la historia, porque somos leales a alguien o porque seguimos patrones.

A veces es tan dura la forma en cómo nos tratamos que sometemos nuestra vida a algo totalmente lejos de nuestros sueños porque ya lo intentamos una ocasión y no fuimos capaces y no podemos permitirnos una vez más hacer algo indebido, el ridículo, lastimarnos el corazón o fallar de nuevo.

Una nueva mirada

Yo era así conmigo misma y quizá a ser sincera con algún otro, especialmente maestros de los cuales esperaba “perfección” y “congruencia”, hasta que conocí a Michael y me amó cómo me amó.

Me enseñó esto de ser amable con uno mismo, cada segundo, cada hora, cada día de nuestra vida en común.

¿Tiraste el vaso de agua? En lugar de decir “qué tonto”, actuaba. Se paraba y lo limpiaba, no le daba valor o significado para usarlo contra sí o contra nadie.

¿Llegaste tarde? En lugar de estresarse e iniciar lejos de su suficiencia, ofrecía una sincera disculpa y decía “vamos a hacer algo bueno con el tiempo que nos queda”.

¿Te fallaron las cuentas? En lugar de fastidiarse a sí mismo por los siguientes días hasta el siguiente ingreso. Se preguntaba como ajustar el presupuesto y que hacer para que en el futuro fuera diferente, o no. A veces elegía salirse de presupuesto para comprarme flores, para ir a cenar juntos y luego juntos acordábamos dónde reajustar.

A punto de enloquecer

Seguramente si fuiste educado en la perfección te sientas a punto de enloquecer si has logrado llegar a esta parte del artículo. Quizá incluso pienses no es posible vivir de esta forma, menos exigente, más compasiva.

Y quizá no te has dado cuenta cuan enloquecedor y desgastante es para la gente vivir con tan poca compasión y amabilidad por sí mismos.

Te sorprendería cuánto puede atropellar, lastimar, abusar de su posición o jerarquía, alguien que no vive en su ser amable consigo mismo y su suficiencia. Y es muy sencillo, es muy difícil tratar a otros con amabilidad cuando no se tratan a sí mismos de esta forma.

En cambio, cuando has aprendido, todo cambia. Puedes mirar tus contribuciones y reconocer que quizá hiciste algo que no fue útil. Puedes ajustarla e intentar algo nuevo, sin auto-juicio, sin demanda. Y como la vida no es perfecta, puedes (cada vez que no te salga) ser amable contigo mismo incluso en la intolerancia, la auto-demanda y el enojo.

Así que en este Día del Maestro mi invitación es a recordar la enseñanza más conmovedora y útil que yo aprendí del mejor maestro que he conocido hasta este instante en mi vida: ¡¡Sé amable contigo!!

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *