por Katia Ibáñez

La única cosa que verdaderamente controlamos nosotros los seres humanos son nuestras contribuciones.

Sólo yo puedo decidir si pido las cosas a gritos o por favor. Sólo yo puedo decidir el tono de mi voz, las palabras exactas que voy a usar y lo que voy a decir. Sólo yo puedo decidir si hago un intento o cien.

Los demás harán lo propio y elegirán cómo reaccionar ante mis contribuciones.

Cuándo decimos que conocemos a alguien lo que en realidad estamos diciendo es que tenemos una gran probabilidad de anticipar la respuesta del otro ante una contribución X o Y de nuestra parte.

¿Pero qué pasa cuándo ninguno de nuestros intentos logra el resultado que estamos buscando? ¿O cuándo lo que funcionó ayer hoy ya no?

Desde que nació mi bebé he convivido con la incertidumbre todos los días. En realidad creo que todos convivimos con la incertidumbre todos los días de nuestra vida, es sólo que desde que nació mi bebé yo soy mucho más consciente de ello.

El día de ayer para su primera siesta del día, le canté y funcionó. Cinco horas más tarde lo intenté de nuevo y esa vez no tuvo el mismo efecto, en ese momento funcionó arrullarla en mis brazos. El día anterior el truco estuvo en ponerle música suave. Dos días antes se quedó dormida ella solita mientras comía. A veces se queda dormida con su papá, a veces con su abuela y a veces con ninguno de los dos. No tengo ninguna garantía de que alguna de estas cosas vayan a funcionar mañana… Y les puedo asegurar que ofreceré tantas contribuciones como se me ocurran todas las veces que sea necesario, todos los días que sea necesario. Ella y el propósito que estoy buscando, que duerma y descanse, me interesa lo suficiente como para hacer todos los intentos que sean necesarios.

Además, tengo claro que los sistemas sociales funcionan así, son un constante proceso de ensayo y error. Dicho de otra forma, todos los bebés (todos los humanos sin importar su edad si a esas vamos) funcionan de la misma forma, un día quieren una cosa, otro día otra. A veces algo que funciona, de la nada, deja de funcionar. Y eso no tiene que ver conmigo. No es que me equivoque, lo haga mal, se me olvide o no la conozca. Simplemente es que ella tiene derecho a cambiar lo que le gusta, lo que necesita y cómo responde a mis contribuciones (de nuevo, igual que todos los seres humanos del planeta). Los días que funciona a la primera tampoco hablan de mí. No es que sea perfecta, lo haga bien o haya dominado el arte de dormir a un bebé. Sólo quiere decir que por la razón que sea mi contribución funcionó. Lo vamos logrando juntas paso a paso.

Y así funcionan también las relaciones entre adultos. Los sistemas sociales son procesos vivos, cambiantes. Constantes y continuos experimentos que requieren que ambas partes estén dispuestas a seguir intentando todas las veces que sean necesarias hasta alcanzar el propósito compartido.

Creo que lo que hace este proceso tan difícil algunas veces es que olvidamos que somos al menos dos los que participamos en el experimento, dos los que somos co-responsables de hacer todos los intentos, ajustes y modificaciones necesarios hasta lograr aquello que estamos buscando, juntos. Se nos olvida que cuando el proceso falla, es eso. Una falla en el proceso. No es mi falla, no es mi error, no es que sea inútil o idiota. No es su falla, no es su error, no es que sea inútil o idiota. Es que aún tenemos que trabajar juntos en seguir buscando el cómo sí y ser capaces de dejar pasar todos los cómo no que se necesiten. Los sistemas sociales requieren múltiples intentos y que separemos nuestra valía personal del resultado de estos intentos para que sigamos teniendo ganas y energía de llevarlos a cabo.

Quizá te ayude saber que no es un requisito indispensable que el otro conozca sobre Teoría Blumenstein. Mi bebé no tiene ni idea del tema y el 90% de sus contribuciones cuando tiene sueño consisten en llorar. Soy yo la que sabiendo todo esto encuentro la manera de no tomarme personal que mis intentos no sean tan efectivos como yo había imaginado que iban a ser, de no tomarme personal su llanto.

Los sistemas sociales no requieren que seas perfecto ni tampoco que tus contribuciones lo sean. En sólo dos meses he despertado a mi bebé una docena de veces. Una vez por estornudar, otra vez por que sonó mi celular, otra vez por que sin querer jalé la almohada en la que estaba dormida. ¿Qué pasa si haces una contribución que en lugar de acercarte te aleja de lo que quieres lograr? Nada. Sólo vuelve a empezar.

Así que es mi deseo que esta reflexión te invite a mirarte con un poquito más de consideración contigo mismo, un poquito más de paciencia en tus sistemas sociales y un mucho de energías renovadas para llevar a cabo todos los intentos que sean necesarios para que logres tus propósitos junto con aquellos con quienes los compartes.

Recommended Posts

No comment yet, add your voice below!


Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *