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Por Guadalupe Rodríguez

A la memoria de Michael Blumenstein.

Uno de los principales retos que he encontrado durante mi carrera como coach es ofrecer a mis clientes formas y herramientas que contribuyan a que logren ver posibilidades, en lugares donde no podían encontrarlas.

El Principio de la Co-creación es la principal aportación de la Teoría de Michael Blumenstein a mi trabajo como coach que, entre otras ideas, parte de las siguientes premisas:

Suficiencia. Más allá del contexto en el que nace y se desarrolla una persona y de sus “condicionamientos psico-sociales” para convertirse en un adulto, cada ser humano es un sistema vivo “autopoiético” (según Maturana) 100% autónomo, estructuralmente cerrado y funcionalmente conectado, con capacidad de elegir.

Todos poseemos un espacio interior: “Yo Suficiente” o mi “Centro” que sólo yo conozco y permanece intacto al exterior, donde potencialmente dispongo de todos los recursos necesarios para enfrentar mis desafíos.

Sistemas Sociales. Los seres humanos nos relacionamos con otros individuos e interactuamos con ellos creando diversos sistemas sociales, donde — siguiendo la Teoría de la comunicación de Niklas Luhman — el nivel más básico de la relación es la conversación entre dos personas, que a su vez representa la forma de sistema social más simple. Así, participamos en diversos sistemas sociales que existen, en tanto exista alguien que haga contribuciones al sistema. Es frecuente encontrar personas, equipos y organizaciones con un alto grado de confusión entre dos o más sistemas sociales en los que participan. Por ejemplo, en el caso de quienes forman una empresa familiar donde ambos sistemas (empresa y familia) compiten entre sí para sobreponerse uno al otro.

Responsabilidad. Bajo la premisa sistémica, no hay culpables de un resultado y todos los participantes de un sistema social son 100% responsables de sus contribuciones.

En el trabajo, la familia, la empresa, la pareja, los gobiernos, las organizaciones, la sociedad, etcétera, nadie puede hacerse cargo de las contribuciones que hacen los demás y todos pueden elegir cómo reaccionar frente a las contribuciones de los otros.

Entonces es común incorporar juicios y rutinas automáticas o conductores (conscientes o inconscientes) a nuestros comportamientos, repertorios emocionales y conversacionales, como respuestas únicas y verdades absolutas, ofreciendo modelos y construcciones de realidad que cierran la puerta al disenso, al error, a no saber; pues hemos sido entrenados para buscar culpables en lugar de contribuir al aprendizaje.

Principio de Incertidumbre. Herederos de una larga tradición de pensamiento lineal-mecanicista y binario (bueno-malo, correcto-incorrecto, falso-verdadero, blanco-negro, amigo-enemigo, inocente-culpable, sabio-ignorante, etcétera) es común buscar esquemas que nos ayuden a simplificar la realidad y a reducir la complejidad del universo. Probar diferentes recursos como salir de la caja y aprender del futuro es posible cuando nos abrimos al “no sé”, “quizá”, “tal vez”, “posiblemente”.

Forma vs. Contenido. Alejados de las recetas universales, fórmulas fáciles y estandarizadas, cada persona y cada sistema social puede y requiere encontrar la mejor manera de relacionarse entre sí, de tomar acuerdos, de convivir y de funcionar.

Los temas a tratar podrán ser tan simples, complejos, triviales y/o relevantes, como se requiera. Una buena forma será a aquella que ofrezca una convivencia sana orientada a alcanzar el propósito que desean co-crear juntos, donde todos los integrantes del sistema disponen de las mismas oportunidades de participar y ser escuchados en un clima de respeto y sin devaluar a nadie. La mejor forma de tomar acuerdos es el consenso.

Así cada proceso de coaching es único y está 100% en las manos del cliente. Los matices de gris que podemos observar son infinitos y basta estar dispuestos a practicar la curiosidad y nuestra capacidad de asombro para descubrir un nuevo paisaje alrededor.

Acompañar a nuestros clientes a imaginar el futuro donde un “¿qué pasaría si…?” puede transformar lo que parecía un dilema, en algo totalmente nuevo.

· Darse cuenta que no siempre es indispensable decidir en ese preciso instante.

· Aprender a mirarse a sí mismo, reconociendo y honrando la propia historia.

· Estar dispuesto a soltar el control, a dejar aquello que no me pertenece o no me sirve.

· Saber abrir y cerrar ciclos.

· Crear espacios para otras voces, ofreciendo una escucha profunda y generosa.

· Buscar el equilibrio, aprender a dar, pedir y recibir.

· Habitar el propio cuerpo, sentirlo, escuchar su lenguaje y aprender a honrarlo.

Estos son algunos misterios que una sesión de coaching puede explorar, ya que como decía Michael: “nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz” y “todos merecemos tener una buena vida”.

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